Fueron algunos discípulos
A Jesucristo, diciendo:
“¿Quién va a ser el más grande
En el Reino de los Cielos?”
Él atrajo a un niño
Y lo colocó entre ellos:
“Si no volvéis a nacer,
No entraréis en Mi Reino.
Quien se humillare tanto
De hacerse como éstos,
Ése será el más grande
En el Reino de los Cielos.
Y quien a éstos recibe,
Me recibe a Mí con ellos,
Y quien escandalizare
A uno de los pequeños,
Más le valdría morir
Con una piedra al cuello.
Pues en este pobre mundo
Seguro que habrá revuelos,
¡Pero ay de aquél que causa
Escándalos y revuelos!”
“Si tu mano o tu pie
Es causa de tu escándalo,
Córtalo, deshazte de él,
Que mejor es entrar manco
O cojo que ser echado
Al fuego con pies y manos.
Y si uno de tus ojos
Es causa de tu escándalo,
Sácalo, deshazte de él,
Que peor es ir con ambos
A los suplicios eternos,
Donde el fuego y el llanto”.
“A estos niños pequeños
No deis desdeñoso trato,
Porque los ángeles siguen
Desde el cielo sus pasos.
El Hijo del Hombre vino
A trocar lo equivocado”.
“Si un pastor tiene cien
Ovejas en el rebaño,
Y se le perdiera una,
¿No correría dejando
Las otras noventa y nueve
Que no se han extraviado?
Y si logra encontrarla,
¿No sería más dichado
Por ella que por las otras
Guardadas a buen recaudo?
Nuestro Padre celestial
Ama a todo Su rebaño”.
“Si pecare contra ti
Alguno de tus hermanos,
Llevándotelo aparte
Repréndele en privado.
Si tu hermano te escucha
Has ganado un hermano.
Si no, cógete a dos
Testigos, para el fallo.
Si no, ante la Iglesia
Puedes pedir el amparo.
O si no, tomarlo debes
Por gentil o publicano.
Cuanto atéis en la tierra
En el cielo será atado.
Todo lo que desatéis,
En el cielo desatado.
Y cuando dos os juntéis
Para pedir a Dios algo,
Él, que todo lo escucha,
Lo dará desde lo alto.
Si dos están en mi nombre,
Yo estoy en medio de ambos”.
Simón Pedro preguntó:
“Señor Jesús, ¿cuántas veces
Perdonaré al hermano
Que me ofende? ¿Hasta siete?”
Le contestó Jesucristo:
“No: Setenta veces siete.
Es como cuando el Rey
A cobrar sus cuentas vuelve
Y se encuentra con un siervo
Que mil talentos le debe.
El señor, compadecido,
La deuda se la resuelve;
Mas al siervo perdonado
Un deudor se le aparece,
Que debía cien denarios;
Le presiona el siervo a éste,
Agarrándole del cuello:
‘Págame lo que me debes’.
El deudor le suplicaba:
‘Si un plazo me concedes,
Te pagaré los denarios,
Ahora soy insolvente’.
El acreedor se niega
Y ordena que le encierren,
Hasta que los cien denarios
En su bolsillo reingrese.
Cuando contaron al Rey
Este grave incidente,
Echó un gran vituperio
Al egoísta sirviente.
Y le hizo torturar
Hasta que todo le diese.
Como el Padre te perdona,
Perdona a los que te ofenden”.