Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 16, 2011

Mt. 18

                        Fueron algunos discípulos                       

A Jesucristo, diciendo:

“¿Quién va a ser el más grande

En el Reino de los Cielos?”

Él atrajo a un niño

Y lo colocó entre ellos:

“Si no volvéis a nacer,

No entraréis en Mi Reino.

Quien se humillare tanto

De hacerse como éstos,

Ése será el más grande

En el Reino de los Cielos.

Y quien a éstos recibe,

Me recibe a Mí con ellos,

Y quien escandalizare

A uno de los pequeños,

Más le valdría morir

Con una piedra al cuello.

Pues en este pobre mundo

Seguro que habrá revuelos,

¡Pero ay de aquél que causa

Escándalos y revuelos!”

 

“Si tu mano o tu pie

Es causa de tu escándalo,

Córtalo, deshazte de él,

Que mejor es entrar manco

O cojo que ser echado

Al fuego con pies y manos.

Y si uno de tus ojos

Es causa de tu escándalo,

Sácalo, deshazte de él,

Que peor es ir con ambos

A los suplicios eternos,

Donde el fuego y el llanto”.

 

“A estos niños pequeños

No deis desdeñoso trato,

Porque los ángeles siguen

Desde el cielo sus pasos.

El Hijo del Hombre vino

A trocar lo equivocado”.

 

“Si un pastor tiene cien

Ovejas en el rebaño,

Y se le perdiera una,

¿No correría dejando

Las otras noventa y nueve

Que no se han extraviado?

Y si logra encontrarla,

¿No sería más dichado

Por ella que por las otras

Guardadas a buen recaudo?

Nuestro Padre celestial

Ama a todo Su rebaño”.

 

“Si pecare contra ti

Alguno de tus hermanos,

Llevándotelo aparte

Repréndele en privado.

Si tu hermano te escucha

Has ganado un hermano.

Si no, cógete a dos

Testigos, para el fallo.

Si no, ante la Iglesia

Puedes pedir el amparo.

O si no, tomarlo debes

Por gentil o publicano.

Cuanto atéis en la tierra

En el cielo será atado.

Todo lo que desatéis,

En el cielo desatado.

Y cuando dos os juntéis

Para pedir a Dios algo,

Él, que todo lo escucha,

Lo dará desde lo alto.

Si dos están en mi nombre,

Yo estoy en medio de ambos”.

 

Simón Pedro preguntó:

“Señor Jesús, ¿cuántas veces

Perdonaré al hermano

Que me ofende? ¿Hasta siete?”

Le contestó Jesucristo:

“No: Setenta veces siete.

Es como cuando el Rey

A cobrar sus cuentas vuelve

Y se encuentra con un siervo

Que mil talentos le debe.

El señor, compadecido,

La deuda se la resuelve;

Mas al siervo perdonado

Un deudor se le aparece,

Que debía cien denarios;

Le presiona el siervo a éste,

Agarrándole del cuello:

‘Págame lo que me debes’.

El deudor le suplicaba:

‘Si un plazo me concedes,

Te pagaré los denarios,

Ahora soy insolvente’.

El acreedor se niega

Y ordena que le encierren,

Hasta que los cien denarios

En su bolsillo reingrese.

Cuando contaron al Rey

Este grave incidente,

Echó un gran vituperio

Al egoísta sirviente.

Y le hizo torturar

Hasta que todo le diese.

Como el Padre te perdona,

Perdona a los que te ofenden”.

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 15, 2011

Mt. 17

       A Santiago, Pedro y Juan,      

A un monte se los llevó;

Delante de los apóstoles

Jesús se transfiguró.

Sus vestidos fueron blancos,

Su faz bella como el sol,

Moisés junto con Elías

Hicieron aparición,

Hablando con Jesucristo

Frente con frente, los dos.

Pedro tomó la palabra,

Embargado de emoción,

Exclamó ante Jesucristo:

“¡Qué bien estamos, Señor!

Levantaremos tres tiendas,

Para Ti y los otros dos”.

Mientras aún lo decía,

Una nube los cubrió,

Grande y resplandeciente;

Desde su interior se oyó:

“¡Éste es mi Hijo amado,

Escuchad su santa voz,

Porque en Él me complazco!”

Y la nube se marchó.

Al oír estas palabras

Se llenaron de temor

Los discípulos, cayendo

Sobre tierra. Les tocó

Jesús, diciendo: “Arriba,

No tengáis ningún temor”.

Ya sólo quedaba Él…

Sus palabras y su amor.

Mientras bajaban el monte

Jesucristo les pidió

Que a ninguno que encontraren

Le contaran la visión,

Hasta que el Hijo del Hombre

Hiciera resurrección.

“Elías ya ha venido,

Os lo aseguro Yo,

Mas no le reconocieron;

Igual sufrirá pasión

El Hijo de Dios que vino,

Hasta su resurrección”.

 

Se le aproximó el padre

De un niño endemoniado;

Le dijo: “Señor, apiádate

De él, que está lunático,

Y sufre mucho, y cae

Haciéndose fuerte daño.

Le llevé a tus discípulos

Pero no le han curado”.

Jesucristo respondió:

“¡Son incrédulos y malos!

¡Menuda generación!

¿Cuánto he de soportaros?

Traed el niño acá”.

Entonces Jesús, al diablo

Le increpó, expulsándolo

Del cuerpo, que quedó sano.

Unos discípulos fueron

Y aparte le preguntaron:

“¿Cómo es que de nosotros

Ninguno lo ha arrojado?”

“Porque tenéis poca fe;

Si tuvierais la de un grano

De mostaza, a este monte

Diríais: ¡Vete a un lado!

Y el monte se movería

Cumpliendo vuestro mandato.

Mas esto sólo se obtiene

Por el ayuno, y orando”.

 

Estando en Galilea,

De los suyos rodeado,

Jesucristo les comenta:

“Dios va a ser entregado,

A las manos de los hombres,

Por los que será matado.

Mas después del tercer día

Le veréis resucitado”.

Cuantos esto escuchaban

Se quedaron afectados.

 

Los que cobran la didracma

(Un tributo regulado),

Interrogaron a Pedro

En Cafarnaún entrando:

“¿Acaso vuestro Maestro

No realiza tal pago?”

Éste les respondió: “Sí”,

No queriendo molestarlos.

Ya llegando hasta la casa,

Le sale Jesús al paso,

Y le pregunta: “¿De quién

Se cobran los soberanos

Sus impuestos y tributos?

¿De hijos o de extraños?”

“De extraños”. “Pues los hijos

Están exentos del pago”,

Le argumenta el Maestro;

“Mas por evitar escándalo,

Vete al mar, con tu caña,

Y al primer pez  pescado

Mírale dentro en la boca,

Donde verás un regalo.

Que esa moneda sirva

Para el pago de ambos”.

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 15, 2011

Mt. 16

                                    Se unieron los fariseos                                    

Junto con los saduceos

Para probar a Jesús,

Suplicándole al Maestro

Que mandara en ese instante

Una señal desde el cielo.

Pero Jesús contestó

De esta manera, sereno:

“Por el sol y por las nubes

Sabéis predecir el tiempo,

Prevéis claros y borrascas

Escudriñando su aspecto.

Pero no veis las señales

Para discernir los tiempos.

Es vuestra generación

De hombres malos, perversos,

Y la señal de Jonás

Será todo su señuelo”.

 

Olvidaron los discípulos

El cesto del pan cogerlo,

Jesucristo les previno:

“Guardaos bien del fermento

Tanto de los fariseos

Como de los saduceos”.

Se decían entre sí:

“Es por el olvido nuestro”.

Pero Jesús dijo: “¿Qué

Tenéis en el pensamiento?

¡Sois hombres de poca fe!

¿Pensáis que al pan me refiero?

¿No recordáis que con cinco

Se hartaron más de ciento?

¡Os cuesta entender nada!

¡Sois lentos de pensamiento!

Guardaos bien, os decía,

Del hablar de fariseos,

De sus engañosas frases

Y las de los saduceos”.

Así, esos discípulos,

A la postre comprendieron

Que no se refería al pan,

Sino a la doctrina de éstos.

 

Terminada la diatriba,

De camino hacia Filipo,

En la región de Cesárea,

Les preguntó a sus discípulos:

“¿Qué dicen de Mí los hombres,

Según lo que habéis oído?”

“Unos, que eres el Bautista,

Otros, un profeta antiguo,

Elías o Jeremías…”

Entonces Jesús les dijo:

“¿Y vosotros, quién decís

Que soy?” Pedro intervino:

“Señor, eres el Mesías,

Eres Hijo de Dios Vivo”.

Jesucristo contestó:

“Simón Bar Jona, bendito

Seas, porque es Mi Padre

Quien esto te ha instruido.

Tú te llamas Pedro, Cefas,

Y con certeza te digo,

Que sobre esta cabeza

Yo mi Iglesia edifico,

Y las puertas del infierno,

Nunca podrán derruirlo.

Yo las llaves de mi Reino

Confiaré en tu dominio,

Y lo que tú ates aquí,

Atado será por siglos,

Y todo cuanto desates

Correrá como el río.

No digáis a los demás

Quién soy, todavía”, dijo.

 

Desde ese día, Jesús

Decía a sus discípulos

Que Él, en Jerusalén,

Sufriría un gran suplicio,

Y después de cruenta muerte

Volvería con los vivos.

Pedro Le llevó aparte

Protestándole afligido:

“¡Esto no lo quiera Dios!”

Mas Él, volviéndose, dijo:

“¡Apártate de mi lado,

Mensajero del Maligno!

¡Tú sientes como los hombres,

No cual mi Padre divino!”

 

Entonces dijo Jesús

A aquéllos sus discípulos:

“Quien quiera seguir mis huellas

Que se niegue a sí mismo,

Tome su cruz y me siga

A lo largo del camino.

Quien quiera salvar su vida,

Así la habrá perdido,

Quien la pierda por mi Causa

La hallará en su destino.

¿De qué le sirve a un hombre

Un mundo a su servicio,

Si como precio de ello

Se condena a sí mismo?

¿Hay un precio para el alma?

¿Quién la hubiera vendido?

En la Gloria de Dios Padre

Veréis a Su propio Hijo,

Rodeado por los ángeles,

Y todos seréis medidos

Por el amor, por las obras.

Y Yo de verdad os digo

Que muchos, antes de muertos,

Vais a ver venir al Hijo”.

 

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 14, 2011

Mt. 15

                        Los fariseos y escribas                         

De Jerusalén llegados

Recordaron a Jesús

Las normas de los ancianos:

“¿Por qué, al comer, los tuyos

No se lavan bien las manos?”

“¿Acaso es más importante

La tradición que los altos

Mandamientos religiosos?

¿Cumplís las tablas, acaso?

¿Honráis al padre y la madre…

O las habéis conculcado?

Ya lo decía Isaías:

Me honrarán con los labios,

Mas no con el corazón,

Y su culto será vano,

Enseñando las doctrinas

Creadas por los humanos”.

Se dirigió a la gente:

“Os pido ser escuchado:

Lo que entra por la boca

No hace al hombre malo,

Pero lo que sale de ella

Sí puede contaminarlo”.

Los fariseos presentes

Fueron escandalizados.

“Arrancarán toda planta

Que mi Padre ha plantado:

Hipócritas, guías ciegos;

No les escuchéis, dejadlos;

Pues si un guía ciego guía

A otro, se caerán ambos.

Digo que del corazón

Salen todos vuestros actos:

Tanto las obras mejores

Como los grandes pecados.

Esto sí que os contamina,

No el color de vuestras manos”.

 

Cerca de Tiro y Sidón

Empezaron a oír

Gritar a una cananea,

Que Le suplicaba así:

“Señor, Señor, ten piedad,

Señor, Hijo de David;

Que mi hija por el demonio

Padece en un sinvivir”.

Pero Él no contestaba.

“La podemos despedir”,

Sugirieron los discípulos,

“Pues no para de gemir”.

Contestó Él: “Sólo busco

Las ovejas que perdí”.

La mujer se arrodilló:

“¡Compadécete de mí!”

Jesucristo la miró:

“No se debe repartir

A los perros la comida”.

“Pero la que sobra, sí”

Le replicó la mujer.

“Por tu fe tendrás al fin

Lo que pides”. Y su hija

Al demonio vio partir.

 

Al salir de aquella zona

Fue Jesús cerca del mar,

Donde una gran muchedumbre

Se le fue a acercar:

Había ciegos y mancos

Y muchos enfermos más,

Y a todos ellos Jesús

Les quiso y pudo curar.

La gente, maravillada

De ver a todos sanar,

Daba gloria a Dios Padre

Del Israel celestial.

 

Jesús llamó a los suyos

Y les dijo: “Quiero dar

De comer a esta gente

Que me sigue sin parar”.

Los discípulos dijeron:

“¿De dónde sacamos pan?”

“¿Pues cuántos panes tenéis?”

“Siete panes… Poco más”.

Conminó a la muchedumbre

A sentarse a descansar;

Jesucristo tomó el pan,

Y lo comenzó a pasar:

Todos pudieron comer

Y se pudieron saciar;

Y aun cuando terminaron

Sobraban panes de más.

Los que comieron allí

Superaban el millar,

Puede que cuatro millares

Sin las mujeres contar.

Despidióse del gentío

Y acudió a Magadán.

 

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 13, 2011

Mt. 14

                    Llegaron al rey Herodes                     

Las referencias de Él;

Comentó a sus servidores:

“El Bautista debe ser,

Que por no matarlo yo

Ha tornado a renacer;

Hay un poder milagroso

Que pulula sobre él”.

Todavía recordaba

Que le prendió una vez,

Por recriminar las bodas

Con su presente mujer,

Viuda de un hermano suyo,

Filipo. Mas por temer

Al gentío, le dejó

Ir, pues le tenían fe.

En unas festividades

Se reunieron a comer,

Y para los comensales

Quiso bailar Salomé

(Que es la hija de Herodías),

Le otorgó tanto placer

Que Herodes cualquier capricho

Prometió satisfacer.

Con su madre, Herodías,

Lo consultó Salomé:

“La cabeza del Bautista”.

Se entristeció el Rey

Al oír la recompensa,

Pero la mandó traer

Sobre bandeja de plata,

Que recibió su mujer.

Los discípulos el cuerpo

Lo fueron a recoger.

 

Jesús cogió una barca

Hacia un lugar desierto;

Aquellos que lo sabían

Le iban a pie siguiendo.

Al verlos desembarcar

Curó a todos los enfermos.

Cuando caía la noche

Los discípulos dijeron:

“Es tarde, no hay comida,

Que partan por alimentos”.

Jesucristo contestó:

“No, mejor nos quedaremos”

“¡Cinco panes y dos peces

Es todo cuanto tenemos!”

Jesucristo replicó:

“Pues con ello comeremos”.

Ordenó a la muchedumbre

Recostarse sobre el suelo;

Cogiendo los cinco panes,

Alzó los ojos al cielo,

Los bendijo, los partió,

Y se los fue repartiendo.

Lo mismo hizo con los peces.

Cuantos estaban comieron,

Se saciaron, se hartaron,

Hasta quedar todos llenos,

Y de fragmentos sobrantes

Recogieron doce cestos.

De los panes y los peces

Varios millares comieron.

 

Les conminó a sus discípulos

A subir en una barca,

Porque la orilla opuesta

Pretendían alcanzarla.

Jesucristo se quedó

A despedir a las masas;

Después subió a rezar

En una cumbre elevada.

Al querer volver con ellos

Era larga la distancia

Que hasta la barca tenía,

De las olas arrastrada.

Siendo la cuarta vigilia

En plena noche cerrada,

Jesucristo vino a ellos

Andando sobre las aguas.

Al verlo encima del mar,

Gritaron: “¡Es un fantasma!”

Entre grandes alaridos

De pánico y de alarma.

Pero Jesús les calmó:

“Esperad, tened confianza,

Soy Yo quien veis, no temáis”.

Pedro tomó la palabra:

“Si de veras eres Tú,

Mándame sobre las aguas”.

Jesucristo dijo: “Ven”.

Pedro saltó de la barca;

Al poco sintió hundirse:

“¡Ay, Señor, mi mano agarra!”

Jesucristo le cogió

De la mano con su palma.

“¡Ay, hombre de poca fe!

¿Por qué dudas? Ten confianza”.

Cuando Se subió a bordo

Vino de nuevo la calma.

Cuantos estaban con Él

Le daban gran alabanza.

 

 

 

             

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 12, 2011

Mt. 13

               Fue Jesús hacia la mar               

Después de salir de casa,

Viendo tantísima gente

Se encaramó en una barca.

Cuantos estaban allí

Oían desde la playa

A Jesucristo contarles

Muchas cosas en parábolas:

“Un buen día, un sembrador

Tiró semillas al alba;

Parte cayó en el camino,

Pero las aves la asaltan.

Otra cayó sobre piedra,

Brotó, pero el sol la aplasta

Cuando comienza a crecer,

Pues buena raíz le falta.

Otra cayó entre espinas,

Mas perece atragantada;

La que cayó en tierra buena

Vivió en gran abundancia.

El que tuviere oídos

Para oírme, me escuchara”.

 

Preguntaron los discípulos:

“¿Por qué hablas en parábolas?”

“Porque vosotros sabéis

Lo que a otros no se alcanza:

A quien tiene, se le da,

Y dará con abundancia,

Pero al que nada tiene

Quitarán lo que le falta.

Se cumplirán los presagios

Que los profetas declaman:

‘Me oiréis sin entender

Lo que dicen mis palabras,

Me veréis sin conocer

El origen de mi alma,

Porque vuestro corazón

Ya no es si no coraza,

Vuestros oídos ignoran

Lo que dice mi palabra,

Y vuestros ojos cerrados

Ya no quieren ver la llama’.

A quien quisiera sanarse

Yo sin duda le sanara.

¡Pero felices vosotros

Por entender mis palabras

Y por ver con vuestros ojos

El refulgir de la llama!

Porque esto que tenéis

Muchos justos ya lo ansiaban”.

 

A continuación Jesús

Les explicó la parábola:

“Quien oye mas no entiende

De mi Reino la palabra,

La siembra del corazón

El diablo se la arrebata.

En terreno pedregoso

Pisa el que la palabra

Recibe con alegría,

Mas con raíces escasas:

Como es voluble, se vuela

Cuando el viento se levanta.

El que busca las riquezas

Entre las espinas anda;

Por dejarse seducir

Los frutos se le atragantan.

Permanece en buena tierra

Quien escucha la palabra

Y la entiende, y obra

Para ponerla en práctica.

De sus raíces saldrán

Incontables buenas plantas”.

 

Les contó otra parábola

En relación con la siembra:

“Había un sembrador

Que plantó semilla buena;

Mas le metió su enemigo

La cizaña entre medias,

Mientras la gente dormía.

Así creció esa hierba,

Con trigo como cizaña,

Las dos juntas y revueltas.

Le preguntaron los criados:

‘¿De quién es la planta aquella?

¿No habías repartido

Sólo la semilla buena?’

‘Pues ha sido el enemigo’.

‘¿La podamos con tijera?’.

‘No, no lo hagáis, pues quizá

Arranquéis trigo con ella;

Dejad que crezcan las dos

Hasta que llegue la siega,

Entonces la quitaremos

Aparte para la quema;

En el granero pondremos

El trigo de la cosecha’”.

 

“A un grano de mostaza

El Reino se asemeja:

Su semilla, en principio,

Es la planta más pequeña;

Pero cuando pasa el tiempo

Ése árbol ya verdea,

Le crecen ramas y flores

Y de mil frutos se llena,

Reclamando a las aves

Con su grandiosa belleza;

Los animales del campo

Hacia su sombra se acercan,

Pues a su alrededor

Toda la vida se crea;

Y aun cuando perece,

Brotes de vida engendra.

Todo ese Reino sale

De la planta más pequeña”.

 

“Es el Reino de los Cielos

Como fermento medido

En tres sacos de harina

Hasta lo definitivo”.

Todo contó con parábolas

Tal como estaba escrito.

Lejos de la muchedumbre

Se retiró Jesucristo;

Le llegaron preguntando

Algunos de sus discípulos:

“Explícanos la cizaña,

No lo hemos entendido”.

Dijo: “El buen sembrador

Es el Hijo de Dios Vivo;

El campo es el ancho mundo,

La buena semilla, hijos

Del Reino, y la cizaña

Son los hijos del maligno;

El que siembra la cizaña

Es el diablo, el enemigo;

La siega es el fin del mundo,

Y los ángeles el trigo

Rescatan de la cizaña,

Que cae en el abismo.

Allí habrá dolor, llanto,

Rechinar de dientes, gritos.

Y los justos brillarán

Por los siglos de los siglos.

El que pueda escucharme

Que me preste sus oídos”.

 

“Es el Reino de los Cielos

Como un tesoro escondido

En un campo; quien lo halla,

Venderá por adquirirlo

Todo aquello que tiene,

Todo, para conseguirlo.

Es semejante también

A un buceador marino

Que busca perlas preciosas

En el fondo sumergido.

Al hallar una, por fin,

Da todo por su dominio”.

 

“Es el Reino de los Cielos

Como la red barredera

Que arrojada sobre el mar

Muchos peces recolecta:

Los peces malos al mar

Van; los buenos, a las cestas;

Así será en el Final:

Los malos van a la hoguera,

Y los buenos a mi Reino

De Felicidad Eterna”.

 

Al terminar sus parábolas

Volvió Jesús a su tierra.

Los que ya le conocían,

Al saber su peripecia,

Le cuestionaban diciendo:

“¿Con qué poderes enseña?

¿No era el hijo de José?

¿Qué autoridad ostenta?”

No le daban ningún crédito.

Jesús dijo: “En su tierra

Menosprecian al profeta,

Vuestras almas son incrédulas”.

Y ya no hizo más milagros

A las gentes de su tierra.

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 12, 2011

Mt. 12

         Caminaban sus discípulos         

A lo largo de sembrados,

Arrancando las espigas

Que encontraban a su paso.

Les vieron los fariseos,

Que al Mesías recordaron

Que comer de esta manera

No era lícito en un sábado.

“¿No leísteis que David

Ya lo hizo en el pasado?

¿Ni que muchos sacerdotes

Violan esto con descaro?

Pues Yo os digo que no

Discernís bien lo sagrado,

Que Misericordia quiero,

Y no sacrificios vanos.

Mirad vuestros corazones

Y no tanto vuestras manos,

Porque a muchos inocentes

Les condenáis casi a diario.

Sabed que el Hijo del Hombre

Es también Señor del sábado”.

  

Fue hacia su sinagoga

Jesucristo caminando

Encontrándose a un hombre

Con sequedad en la mano.

Le tentaron a Jesús:

“¿Se puede curar en sábado?”

“¿Y qué haríais vosotros

Si cayera pozo abajo

Una de vuestras ovejas?

¿Rescatarla de inmediato

A pesar de que el rescate

Os cayese en pleno sábado?

¡Pues aún más importante

Es salvar a un ser humano!”

Entonces le dijo al hombre:

“Ven, extiéndeme tu mano”;

Ésta quedó como la otra.

Con escondido escándalo

Se fueron los fariseos

Tramando cómo atraparlo.

 

Sabedor de esto, Jesús

Lejos del lugar se escapa;

Mucha gente le seguía

Y a todos ellos curaba,

Previniéndoles a todos

De que no le delataran.

De esta manera brilló

De Isaías la proclama:

‘He aquí al siervo que escogí,

En Él se complace mi alma,

Mi Espíritu por su boca

Enseñará mi palabra.

No levantará su voz

En las calles y en las plazas.

No quebrará ni hendirá

Su voz la caña cascada,

Ni su mecha humeante

Será jamás apagada,

Hasta triunfar el derecho.

Su voz será la mañana

A la que muchas naciones

Entregarán su esperanza’.

 

Le llegó un endemoniado

Falto de vista y sin habla.

Jesucristo le curó

Palpando sobre su cara.

Sentían todas las gentes

Las almas maravilladas,

“¿Será el Hijo de David?”,

Entre sí consideraban.

Más allá, los fariseos

Salían siempre a la zaga:

“¡El poder de Belcebú

Es el que Éste derrama!”

Leyendo su pensamiento,

Jesucristo les aclara:

“Los reinos partidos mueren:

Toda ciudad, toda casa,

Divididos, no subsisten;

Si Satanás se expulsara

A sí mismo, no podría

Perpetuarse en sus llamas.

¿Con qué poder vuestros hijos

A los demonios espantan?

Ellos serán vuestros jueces,

Pero es la fuerza Santa

Del Espíritu de Dios

Quien a éstos acorrala.

¿No sujetarán al fuerte

Para invadir su casa?

Hasta que no lo consigan

No podrán desvalijarla.

El que no está conmigo

Contra mis fuerzas trabaja.

Y todos los que conmigo

No recogen, desparraman”.

 

 “Perdonarán a los hombres

Sus blasfemias y pecados,

Menos las que se dirijan

Contra el Espíritu Santo.

Quien hablare contra Mí,

Ése será perdonado;

Mas quien agrede al Espíritu

Nunca será perdonado.

Árbol bueno: Fruto bueno.

Árbol malo: Fruto malo.

Los árboles por sus frutos

Serán identificados.

Vosotros, raza de víboras,

Vais de buenos siendo malos,

Pues todos del corazón

Dais lo que tenéis guardado.

Yo digo que por blasfemias

Veréis muchos condenados,

Pues también se os juzgará

Por cuanto hayáis declarado”.

 

Los fariseos y escribas

A Jesús interpelaron:

“Maestro, queremos ver

Señal de Tu diestra mano”.

Jesucristo contestó:

“Sois adúlteros y malos,

Me pedís una señal,

Cuando sólo he de daros

La de Jonás, el profeta,

Tragado por el cetáceo.

Porque tres días y noches

Sufrió en el ballenato,

Como tres días y noches

Sufriré en el Calvario.

Mi predicación supera

Lo de Salomón mostrado;

El espíritu impuro

De los hombres, por los áridos

Lugares vaga, si sale,

Sin encontrar su remanso.

Y se dice a sí mismo:

‘Haré el camino contrario’,

Pero encuentra, al regresar,

Derruido el escenario;

Él entonces buscará

Más espíritus malvados:

Se adentrarán en la casa,

La seguirán habitando;

Allí morarán por siempre

Esos espíritus malos”.

 

Lejos de la muchedumbre

Su madre y sus hermanos

Merodeaban por cerca

Y pretendían hablarlo.

Alguien quiso preguntarle

Por su madre y sus hermanos.

Preguntó Él: “¿Quiénes son

Mi madre y mis hermanos?”

Y miró hacia sus discípulos

Extendiendo las dos manos:

“Yo os digo que éstos son

Mi madre y mis hermanos,

Porque quienquiera que cumple

Lo que mi Padre ha mandado,

Ésos, os afirmo, son

Mi madre y mis hermanos”.

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 11, 2011

Mt. 11

              Cuando terminó Jesús            

De predicar sus consignas,

Partió para continuar

En las ciudades vecinas.

A Juan habían narrado

De Cristo las maravillas;

Le envió a sus discípulos

Delante de sus rodillas:

“¿Eres de Quien esperábamos

La salvadora Venida?”

Jesucristo respondió:

“Referidle las noticias

Sobre tantas curaciones

Por vosotros mismos vistas:

Los sordos oyen, los cojos

Andan, los ciegos miran;

Los leprosos quedan limpios

Y los muertos resucitan.

Los humildes son salvados

Por esta Buena Noticia.

Dichosos todos aquellos

Que en Mí no se escandalizan”.

 

Jesucristo comenzó

El elogio del Bautista:

“¿A quién habéis ido a ver:

Caña del viento mecida?

¿Quién?  ¿Un hombre ataviado

Con unas prendas magníficas?

No, más bien es un profeta

Que Dios Padre nos envía;

Aún más: Es el profeta

De la grata profecía:

‘Os envío un mensajero

Que los caminos alisa,

Voz que clama en el desierto

La llegada del Mesías’.

No hay un hombre igual

De grande que Juan Bautista;

Pero quien entre en el Reino

Será mayor todavía.

Padece el Reino en tensión

Desde sus primeros días

Por el mundo, los ufanos

Intentan quebrar la Vida.

Aquí tenéis al profeta

De las grandes profecías.

Si le queréis escuchar,

En su voz se oye a Elías

Y a los profetas mayores:

¡Escuchad su profecía!”

 

“¿A quién compararé Yo

La generación maldita,

Semejante a esos niños

Que por la plaza se gritan?

‘Cuando tocamos la flauta

No seguís la tonadilla;

Cuando entonamos el duelo

No mostráis la tez sombría’;

Porque cuando llegó Juan

No comía ni bebía,

Y por ser endemoniado

Todos ellos le tenían.

En cambio, a Jesucristo,

Que comía y que bebía,

Le tildaron de borracho,

De vividor y juerguista.

‘¡Amigo de pecadores!’

Por lo bajo le decían.

Pues por sus santas obras

La Vida se justifica,

Y tornarán la mirada

Hacia la Sabiduría”.

 

Increpó por las ciudades

Donde hizo más proezas

Y milagros, porque en éstas

No ofrecieron penitencias,

Comparándolas con otras

Que sin Su acción benéfica,

En juicio se tratarían

Con vara menos severa.

Porque lo que Él ha dado

Es justo que le devuelvas.

 

Tomó Jesús la palabra:

“Señor del cielo y la tierra,

Padre Misericordioso,

Alabado siempre seas,

Porque ocultaste estas cosas

A las mentes más selectas,

Y las revelaste en cambio

A las gentes más pequeñas.

Así lo quisiste, Padre,

Fuente de la Vida Eterna,

Y por tu Amor Infinito

Todas tus obras son buenas.

A Ti sólo te conoce

Aquél en Quien te revelas,

Y aquellos privilegiados

A quién Éste se revela.

Acercaos los cansados

Y cuantos soportáis penas,

Porque Yo os ayudaré.

Echaos mi cruz a cuestas,

E imitad lo que Yo hago,

Inclinando la cabeza.

En Mí hallaréis descanso

Para todas vuestras penas;

Porque mi yugo es blando

Y mi carga es ligera”.

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 11, 2011

Mt. 10

                                  Jesús eligió a doce,                                 

Dando poder sobre ellos

De arrojar a los demonios

Y curar a los enfermos.

Los apóstoles que Cristo

Escogió, doce, son éstos:

En primer lugar Simón,

Más conocido por Pedro,

Junto a su hermano Andrés;

Los hijos de Zebedeo

Son Santiago el mayor,

Y Juan, su hermano pequeño;

Felipe, Bartolomé,

El publicano Mateo;

Tomás, Simón celador,

Santiago el hijo de Alfeo

Y dos Judas: El traidor,

Iscariote, y Tadeo.

 

A los doce les envió

Con los siguientes consejos:

“Con gentiles y en Samaria

No desperdiciéis el tiempo.

Coged ovejas perdidas

De Israel a vuestro encuentro.

Por allá donde vayáis,

Predicad el Evangelio,

Anunciando que ya es próxima

La consumación del Reino.

Id limpiando a los leprosos,

Aliviando a los enfermos,

Arrojando a los demonios,

Resucitad a los muertos.

Lo que gratis recibisteis

Gratis debéis concederlo.

No vayáis por el camino

De pesados lastres llenos,

Sino con lo necesario

O todavía con menos,

Pues el que por Mí trabaja

Recibe todo sustento.

En los sitios que paréis

Buscad un buen hostelero,

Y quedaos en su casa

Hasta los últimos besos,

Siendo siempre muy amables,

Educados y correctos;

Cuando os traten dignamente,

Dejad vuestra paz con ellos,

Mas cuando no fuere así,

Guardad la paz en el pecho.

Si os ignoran u os insultan,

Encomendadles al cielo,

Pues ya se arrepentirán

Durante el juicio severo”.

 

“Mirad que Yo os envío

Entre lobos como ovejas:

Sed prudentes cual serpientes

Y cual palomas, discretas.

Guardaos bien de los hombres,

De sus mañas y vilezas:

Os darán grandes castigos,

Azotes y reprimendas;

Seréis todos conducidos

Ante el poder, por la fuerza;

En sus interrogatorios

Os pedirán mil respuestas.

Id tranquilos, pues el Padre

Hablará por boca vuestra.

Viviréis grandes traiciones,

Martirios, sangres, afrentas,

Sufrimientos y batallas,

Ignominia y reyertas;

Por la causa de mi nombre

Seréis odiados con fuerza;

Pero aquél que resistiere

Se salvará de la quema.

Si os persiguieren en una

Ciudad, escapad de ella;

Si allí fuereis perseguidos

Corred hasta una tercera.

Por mucho que os persigan

El Final veréis de cerca.

Es loable que el discípulo

Al Maestro se parezca,

Como a su señor el siervo.

De Belcebú las mareas

No temáis, pues a la postre

La luz todo lo clarea:

No restará ni secreto

Ni gruta no descubierta.

Lo que Yo os digo aquí

Predicadlo con certeza.

No tengáis temor del cuerpo

Sino de las almas vuestras,

Es mejor matar aquél

Que morir en la gehena.

El Padre del Cielo ve

Toda la faz de la tierra,

Y por Él están contados

Los pelos de tu cabeza.

Somos lo que Él más quiere

De todas las obras hechas.

Cuanto habléis sobre Mí,

Hablaré en Su Presencia.

Cuanto neguéis sobre Mí,

Negaré en Su Presencia.

Yo no he traído la paz,

Sino más bien la contienda.

Padres de hijos separo,

A las nueras de las suegras.

A vuestro enemigo en casa

Podréis contemplar de cerca.

Quien ame más a sus padres

Que a Mí, no me merezca;

Quien ame más a sus hijos

Que a Mí, no me merezca.

Quien no cargue con su cruz

Tras de Mí, no me merezca.

Quien busque ganar la vida,

Que sin remedio la pierda;

Quien la pierda tras de Mí

Alcance la Vida Eterna.

Quien os recibe a vosotros,

Recibe al Alma Buena

De Aquél que me envía;

Quien recibe a un profeta

Como profeta, tendrá

Recompensa de profeta,

Quien recibe a un justo

Como justo, recompensa

Tendrá de justo. Y quien

Da de beber agua fresca

A un discípulo mío,

Obtendrá su recompensa”.

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 10, 2011

Mt. 9

       Subió luego a una barca,      

Para hacer la travesía

Hasta la misma ciudad

Donde predicar solía.

Presentáronle a un hombre

Con la pierna paralítica;

Cuando vio Jesús la fe

Que aquellos hombres tenían,

Le susurró al paralítico

Con caridad infinita:

“Te perdono tus pecados;

Confía, hijo, confía”.

Comentaban entre sí

Algunos cuantos escribas:

“Está diciendo blasfemias”.

Jesucristo les leía

Los pensamientos, y dijo:

“¿Cuáles son esas intrigas?

¿Es más fácil decir esto

O: Yérguete y camina?”

Por demostrar el poder

De su derecha elegida

Le ordenó al paralítico:

“¡Levántate y camina!”

El hombre se levantó

Y le perdieron de vista;

Las personas congregadas

Quedaron sobrecogidas,

Dando gloria a Dios Padre

Por tamañas maravillas.

 

Jesucristo, al salir,

Vio sentado a Mateo;

Jesús le ordenó: “¡Sígueme!”

Él aceptó Su deseo.

Fue a cenar a su casa,

Donde pronto se reunieron

Publicanos, pecadores,

A la misma mesa que ellos.

Viendo estas circunstancias

Dijeron los fariseos:

“¿Por qué con esta calaña

Departe vuestro Maestro?”

Él, que los oyó, les dijo:

“No necesitan un médico

Los que ya están curados,

Por contra sí los enfermos.

Aprended estas palabras:

‘¡Misericordia deseo,

Y no vanos sacrificios!’

¿Tanto os cuesta entenderlo?

Yo por los justos no vine,

Sino por los más pequeños”.

Los discípulos de Juan

Vinieron y le dijeron:

“¿Cómo es que no ayunan

Tus discípulos, Maestro?”

Jesucristo contestó:

“¿Podrían los compañeros

Del novio llorar, estando

El novio junto con ellos?

Cuando el novio se vaya

Harán ayunos y gestos.

No echáis pieza de paño

Sin abatanar al viejo

Vestido, porque al romperse

Es mayor ese remiendo.

Ni tampoco nadie echa

Vino nuevo en cueros viejos,

Porque se derrama el vino

Cuando se rompe el cuero;

Más bien, para preservarlos,

Se verterá en cueros nuevos”.

 

Mientras Cristo les hablaba,

Un jefe lamentó: “Mi hija

Ha muerto, mas vivirá

Si Tú deseas que viva”.

Fue Jesús, con sus discípulos,

Adonde estaba tendida.

Mientras Cristo caminaba,

Una mujer que sufría

Por el flujo de la sangre

Se convenció a sí misma:

“Si le toco, sanaré”;

Jesús, tornando la vista,

Se colocó frente a frente

Y le dijo: “Confía, hija,

Porque tu fe te ha curado”,

Cubriéndola de gran dicha.

En casa del jefe vieron

Plañideras y flautistas;

Él les ordenó callar:

“No ha muerto, está dormida”.

Al escuchar sus palabras

Los presentes se reían.

Entonces fue, y cogió

De la mano a la niña,

Que en ese instante se irguió.

La sorprendente noticia

Corrió por aquella tierra

Rauda como la alegría.

 

Dos ciegos le perseguían,

Gritándole pesarosos:

“¡Jesús, Hijo de David,

ten compasión de nosotros!”

Jesús preguntó: “¿Creéis

Que puedo abriros los ojos?”

“Sí, Señor”, le respondieron.

Él acarició sus rostros,

Diciendo: “Por vuestra fe

Queden curados los ojos”;

De par en par los abrieron.

Jesús, con severo tono,

Les pidió: “No lo contéis

A ninguno de los otros”,

Mas ellos, una vez fuera,

Lo contaron como locos.

 

Le presentaron a un hombre

Poseído del demonio,

El cual le impedía hablar;

Jesús le besó en el rostro

Y el hombre volvió a hablar,

En medio de un gran asombro.

Los fariseos decían

Que su poder milagroso

Era dado por Luzbel

Para expulsar los demonios.

 

Jesús recorrió ciudades,

Acompañado o solo,

Enseñando el Evangelio

Sin descanso, ante todos.

Además de predicar,

Curaba ciegos y sordos,

A mudos, endemoniados,

Mancos, cojos y leprosos.

Mirando a la muchedumbre

Vio cansancio en sus rostros;

Se enterneció, compasivo,

Y con tono doloroso

Comentó a los más cercanos:

“Los obreros son muy pocos,

Pero la mies es muy grande…

¡Que Dios Todopoderoso

Nos envíe más obreros

Que trabajen con nosotros!”  

 

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