Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 28, 2011

LA PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO: Mt. 28 (FIN)

Cuando pasó ese sábado,

Antes de que amaneciera,

Al sepulcro fue María

Con María Magdalena.

Un enorme terremoto

Ha sacudido la tierra,

Pues un ángel del Señor

Movió de sitio la piedra.

El aspecto del relámpago,

Vestidura blanca y bella.

Quedan aterrorizados

Los guardias sobremanera;

El ángel, por el contrario,

Les tranquiliza a ellas:

“No temáis vosotras nada,

Pues vuestras almas son buenas.

A Jesús resucitado

Vais a ver en Galilea.

Mirad, si queréis, la cámara,

No Le encontraréis en ella”.

 

Las dos Marías salieron

Presurosas y ligeras

A contar lo sucedido,

De temor y gozo llenas.

Cuando vieron a Jesús

En carne y hueso ante ellas,

Las dos raudas se postraron

Y le besaron las suelas.

Él les dijo: “No temáis,

Anunciad la Buena Nueva,

Decidles a mis hermanos

Que vengan a Galilea”.

 

Algunos de los custodios

Volvieron a comentarlo

Con los sacerdotes. Hubo

Consejo con los ancianos.

Cogieron mucho dinero,

Pidiendo a los soldados:

“Decid que, mientras dormíais,

Ese cuerpo lo robaron,

Que nosotros eso mismo

Le diremos a Pilatos”.

Ellos hicieron lo dicho

Y el dinero se guardaron;

Y esa segunda versión

Hasta hoy se ha propagado.

 

Al monte de Galilea

Que les había indicado,

Los apóstoles de Cristo

Fueron todos arribando.

Al verle de nuevo vivo

Casi todos se postraron,

Aunque algunos de ellos

Todavía vacilaron.

Y les dijo Jesucristo:

“Me ha sido otorgado

El poder del Universo,

Concedido de lo Alto:

Enseñad a todo ser:

Bautizad a mis hermanos

En nombre del Padre, Hijo

Y del Espíritu Santo,

Para que puedan cumplir

Todo lo que os he mandado;

Hallaréis tribulación,

Mas confiad, que Yo os guardo,

Y hasta el final del mundo

Yo por siempre os acompaño”.

 

F. D-I. C. Semana Santa 2009

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 28, 2011

LA PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO: Mt. 27

Al despuntar la mañana,

Los sacerdotes y ancianos

Se reunieron en consejo

Y resolvieron matarlo.

Lo llevaron a presencia

Del gobernador Pilato.

 

Mientras tanto, Iscariote,

Que le había traicionado,

Se sintió de pronto mal

Al saberlo condenado,

Y las monedas de plata

Quiso dar a los ancianos.

Se presentó ante ellos

Contrito, con ojos bajos:

“Al dar sangre inocente

Gravemente he pecado”.

Quedaron indiferentes:

“¿Y qué nos estás contando?

Tú verás”. Entonces Judas,

Consternado y aterrado,

Tira las treinta monedas

Por el suelo marmolado.

Perseguido por demonios

Llega a un monte alejado,

Ata soga a una rama

Y perece, ahorcado.

 

Algunos del Sanedrín

Las monedas retomaron,

Pero eran muy conscientes

Del precio de sangre dado;

Así que con gran escrúpulo,

Después de deliberarlo,

El Campo del Alfarero

Con el dinero compraron,

Siendo Campo de la Sangre

Como lo rebautizaron,

Cumpliéndose lo escrito

Sobre el precio tasado.

 

Ante el procurador

Llega Jesús maniatado:

“¿Eres rey de los judíos?”

“Tú lo dices”. Sin embargo,

Jesús nada respondía

A sacerdotes y ancianos.

“¿No escuchas lo que dicen?”

Pregunta Poncio Pilato.

Pero Jesús, silencioso,

Permanece cabizbajo;

Este potente silencio

Les dejó maravillados.

Era costumbre, por fiesta,

A un preso liberarlo,

El que pidiera el pueblo

Por clamor mayoritario.

Era el ladrón Barrabás

Uno de los condenados;

A los dos pusieron juntos:

Al Mesías y al villano,

A elección del respetable,

Y les preguntó Pilatos:

“¿A quién preferís que suelte,

A quién libero de entrambos?”      

“¡Barrabás, a Barrabás!”

Todos juntos contestaron.

“Con el supuesto Mesías,

De nombre Jesús, ¿qué hago?

Con voz fuerte le pidieron:

“¡A Ése, crucificarlo!”

“¿Pues ha hecho algún mal?”

Les inquirió el romano.

Las voces se avivaban:

“¡A Ése, crucificarlo!”

Ante la fuerza del grupo

Se rindió Poncio Pilato;

Frente a la muchedumbre

Con agua lavó sus manos;

“Es vuestro. Yo esta sangre

Inocente no derramo”.

Todo el pueblo gritó:

“¡Su sangre la reclamamos!”

A Barrabás le soltó,

Y Jesús fue azotado,

Después se lo entregó

Para ser crucificado.

 

Jesús llega al pretorio,

Por soldados conducido,

Y la cohorte empieza

A quitarle los vestidos.

Lo visten con manto púrpura,

Y corona de espinos;

Le hacen burla, diciéndole:

“¡Salve, Rey de los judíos!”

Le hieren con una caña,

Es vejado y escupido,

Lo llevan hacia la cruz

Tras haberlo revestido.

 

Es Simón el de Cirene

Por las fuerzas requerido

Para llevar en sus hombros

La gran cruz de Jesucristo.

Cuando coronan el Gólgota

Le dan un trago de vino,

Pero Jesús, al probarlo,

El regalo no lo quiso.

Así lo crucificaron,

Repartiendo sus vestidos;

Encima de su cabeza

Sentenciaron por escrito

(En griego, latín y hebreo):

“Jesús, Rey de los Judíos”.

Dijeron los sacerdotes:

“Lo de Rey, Él lo ha dicho”.

Pero rechazó Pilatos:

“Lo escrito, está escrito”.

 

Crucificaron con Él

A dos innobles bandidos;

Y era, por los que pasaban,

Injuriado y escupido:

“¿No te bajas de la cruz

Si eres de Dios el Hijo?

Tú, que destruías el templo,

¡Pues sálvate a Ti Mismo!”

Los sacerdotes reían

Por idénticos motivos:

“¡Para qué salvar a otros

Si no puede a Sí Mismo!

Si lo descendiera Dios…

Entonces creeríamos”.

Y los bandidos igual.

Así vivió Jesucristo:

Hasta el último momento

Ultrajado, zaherido.

 

En la tierra las tinieblas

Ya se habían extendido,

Cuando Jesús exclamó

Fuerte: “Dios mío, Dios mío,

¿Por qué me has abandonado?”

“Es señal de su delirio”,

Se comentaban algunos

Que le habían oído.

Con una caña le dieron

Vinagre de un botijo,

Y Jesucristo murió

Bramando un fuerte grito.

 

Toda la tierra tembló

Y se abrió un abismo;

Muchos santos, de sus tumbas,

Escaparon redivivos,

Apareciéndose luego

A otros tantos testigos.

El centurión y custodios,

Viendo lo acaecido

Se decían, temerosos:

“Éste de Dios era Hijo”.

Lejos, había mujeres

Que le habían seguido.

 

Se acercó a Jesús

Un soldado de Pilatos,

Y con una larga lanza

Atravesó su costado.

Su cara quedó bañada:

Sangre y agua brotaron.

El que lo vio lo afirma,

Y no lo afirma en falso.

Lo decía la Escritura:

“Ni un hueso Le quebraron”.

Y está también escrito:

“Mirarán al traspasado”.

 

José de Arimatea

Se presentó ante Pilato

Para pedirle Su cuerpo;

Éste mandó entregarlo.

Con cuidado lo envuelve,

En su sepulcro dejándolo,

Y corre una gran piedra

Para dejarlo sellado.

 

Príncipes y fariseos

Recordaron a Pilato:

“Este impostor hablaba

De verse resucitado.

Manda guardar el sepulcro

Por si intentan robarlo,

Eso sería lo peor…”

“Me parece bien, guardadlo”.

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 27, 2011

LA PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO: Mt. 26 + Jn. 13, 1-20

Les dijo a sus discípulos

Cuando hubo terminado:

“En dos días es la Pascua

Y Yo seré entregado”.

Se reunieron por entonces

Los sacerdotes y ancianos

En la sede de Caifás,

Entre ellos conspirando

Para prender a Jesús

Con objeto de matarlo.

Mas no durante la Pascua,

Con el pueblo alborotado.

 

Pasó Jesús por Betania,

Al leproso visitando;

Trayendo una mujer

Un frasco de alabastro,

Lo vertió en su cabeza

Estando Él recostado.

Al derramar el ungüento

Los suyos se enojaron,

Y protestaron diciendo:

“¿Por qué lo ha malgastado?

¡El precio de la colonia

Podría haber donado!”

Jesús les recriminó:

“¿Por qué la molestáis tanto?

Una obra buena ha hecho

Que ha sido de mi agrado.

Pobres siempre los tendréis,

No a Mí a vuestro lado.

Con todo el Evangelio

Se narrará este acto”.

Cuenta Juan Evangelista

Que cenaba con Él Lázaro,

Al que el Señor Jesús

Había resucitado.

Marta era quien servía

Y María la del frasco,

Siendo Judas Iscariote

Quien reclamó los denarios.

 

Y fue Judas Iscariote

Quien fue para traicionarlo,

Diciendo: “Si Lo entrego

¿Cuánto me daréis a cambio?”

Treinta monedas de plata

Fue el precio estipulado

Con los sumos sacerdotes

En pago por entregarlo.

 

Le preguntan los discípulos

En el día de los Ácimos:

“¿La comida de la Pascua,

En dónde la preparamos?”

Jesucristo les ordena:

“Id a casa de Fulano,

Y dejadle este mensaje:

Mi fin está ya cercano”.

Por la tarde, a la mesa,

Todos juntos se sentaron;

Mientras comían, les dijo:

“Uno me ha entregado”.

Cada uno inquiría:

“¿Seré yo, Señor, acaso?”

Y Jesús les respondió,

“El que coma de mi plato,

Ése me va a entregar

Según han profetizado.

El Hijo de Dios se va,

¡Mas ay de quien lo ha entregado!

¡Mejor no hubiera nacido!”

Le dice Judas: “¿Acaso

Seré yo, Rabí, quien dices?”

“Tú lo has dicho, desdichado”.

 

                                                          En la fiesta de la Pascua                                                         

Se sentaron a comer,

Y habiéndoles amado

Entregó toda su fe,

Pues provenía del Padre

Y a Él debía volver.

En el corazón de Judas

Ya moraba Lucifer.

Se levantó de la mesa,

Y sin explicar por qué,

Se ciñó una toalla

Para lavarles los pies.

Le protesta Simón Pedro:

“¿Lavar, Tú a mí, los pies?”

Le contesta Jesucristo:

“Lo comprenderás después”.

Le replica Simón Pedro:

“Jamás lo consentiré”.

“Si Yo no te los lavare

Conmigo no has de ver”.

Simón Pedro retrocede:

“Señor, no sólo los pies:

La cabeza, y las manos,

Todo el cuerpo lavame”.

“El que ya se ha bañado

No ha este menester,

Porque está todo limpio;

Mas de vosotros, Yo sé

De uno que no es limpio”

(Ellos no sabían quién).

Cuando terminó con todos

Volvió sobre el mantel

Y se dirigió a ellos:

“Este gesto, ¿lo entendéis?

Me decís vuestro Maestro

Y Señor, y decís bien,

Pues lo soy; si Yo os lavo

Vosotros debéis también

Lavaros unos a otros.

Os afirmo que no es

Siervo mayor que señor.

Si estas cosas entendéis,

Dichosos seréis vosotros

Si por obra las ponéis.

Con aquellos escogidos

La Escritura cumpliré;

Os anuncio desde ahora

Lo que luego podréis ver.

Yo soy enviado del Padre,

Yo os envío también:

Si recibís a uno mío,

Recibís también a Él”.

 

Tomando Jesús el pan

Lo cogió entre sus manos,

Lo bendijo, lo partió

Y lo pasó anunciando:

“Comed todos de Mi Cuerpo

Por vosotros entregado”.

Tomó después el cáliz,

Lo levantó en lo alto,

Dando gracias a Dios Padre,

Y lo mostró proclamando:

“Bebed todos de Mi Sangre

Que por vosotros derramo,

Nueva alianza eterna

Del perdón de los pecados.

Os emplazo al banquete

De comunión de los santos”.

 

Terminada la velada

Se marcharon caminando,

Y les anunció Jesús:

“Hoy por mí tendréis escándalo;

Cuando hieran al pastor

Dispersarán al rebaño;

Mas iré a Galilea

Después de resucitado”.

Tomó Pedro la palabra,

Con ademán indignado:

“Aunque todos lo tuvieren,

Yo ni podría pensarlo”.

Jesús le mira con pena:

“Antes que cante el gallo

Me negarás por tres veces”.

“Antes muero a tu lado”.

 

Jesucristo les condujo

Al Huerto de los Olivos,

Tras el torrente Cedrón,

Judas sabía el sitio.

Allí, en Getsemaní,

Rodeado de discípulos

El Señor Jesús tomó

A tres de sus favoritos

(Pedro y los Zebedeos)

Y angustiado les dijo:

“Siento tristeza mortal.

Quedaos. Velad conmigo”.

Postrado sobre su rostro

Oró así: “Padre mío,

Si es posible, apártame

Este cáliz, mi destino.

Mas sea como Tú quieras

Y no como Yo te pido”.

Volvió donde los apóstoles

Y los encontró dormidos.

“¿De modo que no habéis

Ni una hora resistido?”

Y de nuevo les pidió:

“Orad y velad conmigo;

No caigáis en tentación,

Pues es pronto el espíritu,

Pero la carne es débil”.

Volviendo sobre su sitio

Siguió con su oración,

Triste, solo, abatido:

“Padre Mío, tengo miedo,

Mas cúmplanse tus designios”.

De regreso, otra vez,

Se los encontró dormidos;

Rezó por tercera vez,

Y cuando acabó les dijo:

“Dormid ya, y descansad:

Que la hora se ha cumplido”.

 

Mientras esto les decía

Llega Judas, su discípulo,

Con una armada turba

De romanos y judíos.

Judas le besa la boca

Para marcar al vendido;

Jesucristo le pregunta:

“¿A qué vienes tú, amigo?

¿Besando has de entregar

Al Hijo de Dïos Vivo?”

Unos cuantos le rodean

Y Jesús queda prendido.

Un apóstol reacciona,

Iracundo, con el filo

De su espada, y al siervo

Malco hiere en el oído.

Mas Jesús le reconviene:

“Guarda el arma, pues te digo

Que quien a espada mata,

A espada será vencido.

¿No podría reclamar

De mi Padre el poderío?

Mas conviene que se cumpla

Como estaba escrito”.

Se dirige hacia la turba:

“¿A ladrón habéis salido,

Pudiendo haberlo hecho

En el templo do predico?”

Mas parándose a pensar

Se repite, a Sí Mismo,

Que conviene que se cumpla

Como estaba escrito.

Los discípulos corrieron

Y abandonaron a Cristo.

 

Llegan adonde Caifás

Con Jesucristo prendido;

Los escribas, los ancianos,

Allí estaban reunidos.

Simón Pedro puso pie

En el atrio pontificio

Y, entrando, se sentó

Con los criados en el sitio.

Los del Sanedrín llamaron

A muchos falsos testigos,

Con el fin de condenarlo

A muerte, tras leve juicio.

Dos de estos testimonios

Dijeron: “Éste ha dicho:

‘Tirad el templo de Dios

Que Yo lo reedifico

En tres días’”. El pontífice,

Levantándose, Le dijo:

“¿Qué contestas? ¿Qué respondes

A lo que éstos han dicho?”

Jesús guardaba silencio,

Y el pontífice Le dijo:

“Te pido, por Dios Eterno,

Habla: ¿Eres Tú Su Hijo?”

Jesucristo le contesta:

“Eres tú quien lo ha dicho.

Y desde este momento

Con certeza os afirmo:

Veréis al Hijo del Hombre

A la diestra del Divino,

Sobre las nubes del cielo,

Por los siglos de los siglos”.

Rasgando sus vestiduras

El pontífice da un grito:

“¡Blasfemia! ¡No hace falta

Convocar a más testigos!

¡Cuantos estáis por aquí

Bien claro habéis oído!”

Los presentes respondieron:

“La muerte es su castigo”.

Empezaron a pegarle

En la cara y a escupirlo,

A la vez que se burlaban:

“Profetízanos Tú, Cristo,

Ya que Tú lo sabes todo,

¿Quién es quien te ha herido?”

 

Mientras tanto, Simón Pedro,

Esperaba en el atrio,

Y se le vino una sierva:

“Tú eres de Sus cercanos”.

Él negó ante la gente:

“No sé de qué estás hablando”.

Otra sierva le increpa:

“¡Es amigo del juzgado!”

Pedro lo niega de nuevo

Con un juramento vano:

“Yo no conozco al hombre

Del que me estáis hablando”.

Le rodeó el gentío,

A voces le asaltaron:

“¡Tú eres uno de ellos,

No puedes ni ocultarlo!”.

Él se puso muy nervioso,

Maldiciendo y jurando:

“¡No conozco, no conozco!”

Y entonces cantó un gallo.

El apóstol recordó

A Jesús vaticinando

Sobre sus tres negaciones

Con juramentos en falso.

Escapóse del lugar

A expulsar llanto amargo.

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 26, 2011

Mt. 25

                 “Pues el Reino de los Cielos                    

Será como las diez vírgenes

Que esperaban al esposo

Sosteniendo sus candiles.

Cinco de ellas eran necias

Y las otras más sensibles.

Aceite sólo tomaron

Las segundas de las vírgenes.

El esposo se tardaba

Y llegaron a dormirse.

En seguida despertaron:

‘Ya llega el esposo, ¡abridle!’

Se pusieron afanosas

A preparar sus candiles.

Las necias a las prudentes

Luz tuvieron que pedirles,

Pues no tenían aceite

En sus vacíos candiles.

Las prudentes respondieron:

‘Id a la tienda a pedirles’.

Mientras ellas lo compraban

El esposo llegó, firme;

Las diez que eran prudentes

Salieron a recibirle.

El señor cierra las puertas

Cuando las necias le piden:

‘Señor, ábrenos la puerta’.

‘No os conozco’, les esgrime.

Así pues, debéis velar,

Porque el tiempo es invisible:

Cualquier día, cualquier hora,

Es el momento posible”.

 

“Un amo se va de viaje

Y reúne a sus siervos,

Para dar a cada uno

Un número de talentos

(Según su capacidad):

Dona cinco al primero,

Regala dos al segundo

Y uno solo al tercero.

El que recibió los cinco

Ganó cinco de aumento.

El que recibió los dos

Ganó dos más de provecho.

Mas el que recibió uno

Enterró ese talento.

Regresado el señor,

Al cabo de mucho tiempo,

Juntó otra vez a todos

Y pidió cuenta de ellos.

Al que presentó los cinco

Le felicitó, contento:

‘Muy bien, yo te daré mucho,

Pues has sido fiel y bueno’.

Al que presentó los dos

También dio el visto bueno.

‘En ti también confiaré

Pues has sacado provecho’.

Y le llegó el de uno

Sin ningún otro talento.

Se excusó él así:

‘Amo mío, tuve miedo,

Escondí lo que me diste,

Aquí lo tienes de nuevo’.

‘Siervo malo, haragán,

Si es que tenías miedo

Debiste haberlo dado

En manos de los banqueros.

Arrancadle lo que tiene,

Pues no sacó nada bueno:

A quien gane, le daré,

A quien pierda, se lo niego’,

Así que haced el bien

O iréis al fuego eterno”.

 

“A los ángeles veréis

Cuando Jesucristo vuelva

Sobre su trono de gloria,

Trono de gloria eterna.

Todas las gentes del mundo

Se verán en Su presencia,

Y Él nos separará,

Como el pastor hiciera

Con su nutrido rebaño

De cabritos y de ovejas.

Cada uno a un lado:

Ovejas a la derecha

(Los fieles a su rebaño),

Y cabritos a la izquierda.

‘Venid, benditos del Padre’,

Dirá Dios a las ovejas,

‘Que mi Reino he preparado

Para vuestra dicha eterna,

Porque vosotros mirasteis

Mi necesidad hambrienta,

Porque vosotros saciasteis

Mi necesidad sedienta,

Porque vosotros tocasteis

Mi necesidad enferma,

Vosotros me visitasteis

Cuando viví entre rejas.

Me disteis pan, y vestido,

Medicina y vivienda’.

Y dirán todos los justos:

‘¡Mi memoria no recuerda!

¿Cuándo eso lo hicimos?

¿Cuándo te vimos siquiera?’

‘Cuando a un hermano mío

Estas cosas le hicierais’.

Y dirán a los cabritos:

‘¡Malditos, a la hoguera!

Que el diablo os consuma

Con su muerte torticera,

Porque estando hambriento

Dejasteis que padeciera,

Porque estando sediento

Permitisteis que sufriera,

Porque estando enfermo

Dejasteis que me muriera’.

Ellos dirán, ‘¿cuándo, cuándo?

¡No te vimos, ni siquiera!’

‘Sí, si a un hermano visteis

Que esto le sucediera.

A vosotros: fuego eterno,

Y a los justos: vida eterna’”.

 

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 24, 2011

Mt. 24

                   Saliendo Jesús del templo                    

Dijo a los que venían:

“Aquí no quedará piedra

Que no caiga demolida”.

En el monte de Olivos

Todos ellos inquirían:

“¿Cuándo será el fin del mundo,

La señal de tu Venida?”

 

Jesucristo contestó:

“Cuidaros de las mentiras.

Muchos vendrán en mi nombre

Diciendo: Soy el Mesías.

A muchos engañarán.

Llegarán malas noticias

De guerra, muchos rumores

De batallas fraticidas.

Pero continuad tranquilos

Mientras las guerras se libran;

Habrá hambres, terremotos,

Comienzo de la agonía”.

 

“Seréis torturados, muertos,

Odiados por causa mía.

Muchos escandalizados

Caerán en la malicia.

Muchos se confundirán

Con las falsas profecías,

Mientras por causa del mal

Su caridad se enfría.

Mas el que se mantuviera

Hasta el último día,

Ése sí será salvado,

Él ganará la partida.

Todos los pueblos del mundo

Oirán la Buena Noticia;

Y entonces vendrá el fin,

El último de los días”.

 

“Cuando sintiereis llegar     

La desolación predicha

Por Daniel, sobre Judea,

Tened preparada la huida

Hacia los montes, y nunca

Tornéis atrás vuestra vista.

¡Pobres aquéllas que paran

Y las que estén encintas!

¡Ojalá que todo esto

Tenga lugar un buen día!”

 

“Habrá gran tribulación,

La mayor jamás habida;

Si esos días fuesen largos

Ninguno se salvaría.

Pero por los elegidos

Se acortarán esos días.

Hablarán falsos profetas

Y saldrán falsos Mesías,

Induciendo a errores

Con engaños y mentiras.

Cuando éstos os llamaren

No dejéis vuestras guaridas,

Porque como el relámpago

Que por todo el orbe brilla,

Así del Hijo del Hombre

Será la Triunfal Venida”.

 

“Tras esta tribulación

Del término de los días,

Se apagará todo el cielo,

Sin una luz encendida.

Entonces el estandarte

De Dios brillará encima,

Y las tribus de la tierra

Mirarán arrepentidas.

El Hijo de Dios vendrá

Con Majestad inaudita

Y sus ángeles enviados

Con trompetas salvíficas

A algunos convocarán

Desde las cuatro esquinas”.

 

“Por entender lo que digo

Pensad en una higuera:

Por sus ramas y sus hojas

Prevéis el estío cerca.

Igual, cuando veáis esto,

Sabed el fin a las puertas,

Porque en cualquier momento

Puede que esto suceda.

Cielo y tierra pasarán

Mas mis palabras se quedan”.

 

Os aseguro: “El día

Ni la hora nadie sabe.

Ni los ángeles del cielo

Ni el Hijo, tan sólo el Padre.

A los días de Noé

Será el fin semejante.

Poco antes del diluvio,

Los placeres terrenales

Consumían a la gente,

Hasta que llegó la nave.

Igualmente pasará

Cuando el final arribare:

Unos serán apartados,

A otros querrán salvarles”.

 

“Velad, velad sin descanso,

Pues la hora no se sabe.

¿Un atraco avisado

Permitiría un padre?

Debéis estar preparados,

Evitar sorpresas grandes.

Al siervo fiel y prudente

El buen señor le complace.

Si el mal siervo pensara:

‘Es posible que él tarde’,

Comenzando a beber

Y arrastrarse por los males,

Entonces vendrá el amo,

Cuando menos esperare,

Y le mandará al fuego

Entre dientes rechinantes”. 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 23, 2011

Mt. 23

                               Jesús habló al gentío                               

Y discípulos, diciendo:

“Le deshonran a Moisés

Escribas y fariseos.

Haced lo que os señalen,

Mas no obréis como ellos,

Pues ellos dicen, no hacen;

Ocupan con grandes pesos

Las espaldas de los hombres,

Sin mover ellos un dedo.

Lo poco que realizan

Es por reconocimiento;

En los banquetes irán

A los primeros asientos;

En sinagogas y plazas

Buscan afecto y respeto.

Mas no les llaméis Rabí,

Pues Yo soy vuestro Maestro,

El más grande de vosotros

Debe ser el más pequeño.

Los primeros serán últimos

Y los últimos, primeros”.

 

“Ay de vosotros, hipócritas,

Escribas y fariseos,

Que no conseguís entrar

En el Reino de los Cielos,

Ni permitís avanzar

A quien querría hacerlo.

Recorréis tierra y mar

Para un solo prosélito,

Y luego lo confundís;

Sois vosotros guías ciegos,

Que dais más valor al oro

Que aquél que dais al templo,

Jurando por el segundo

Lo que no por el primero.

¡Sois ineptos, insensatos!

¿No es sagrado el templo?

¿No es la casa de Dios

Más valiosa que el dinero?

Mas lo siento por vosotros,

Que hacéis de todo diezmo;

Olvidáis lo principal

A cambio de lo superfluo.

Ciegos, coláis un mosquito

Mientras tragáis un camello;

Estáis tan limpios por fuera

Como sucios vais por dentro.

Decoráis la superficie,

Descuidando lo interno.

¡Ay, sepulcros blanqueados,

Repleta de huesos yermos,

Atesoráis inmundicia

En vuestro fuero interno!

¡Ay: erigís sepulcros

Y adornáis monumentos,

Y pensáis cómo seríais

Si fuerais de otro tiempo!

Sois una raza de víboras,

¡Escapad del fuego eterno!”

 

“Os mando sabios, profetas:

Perseguidos serán ellos,

Se suma toda su sangre

A la de todos los tiempos.

Antes de lo que pensáis

Os digo que veréis esto,

Todo lo que conocéis

Quedará como desierto.

Ya no me vais a ver más

Hasta el final de los tiempos,

Y entonces todos dirán:

‘¡Bendito Señor Eterno!’”

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 22, 2011

Mt. 22

                       Tomó Jesús la palabra,                       

En parábolas diciendo:

“Como banquete de bodas

Es el Reino de los Cielos:

El Rey envió a los criados,

Y todos ellos salieron

Buscando a los invitados,

Pero éstos no quisieron

Venir. De nuevo el Rey

Ordenó a otros siervos:

‘Id a por los invitados

Y les avisáis de esto:

Hay comida preparada,

Hay cebones y becerros,

Esto ya va a comenzar,

¡Acudid, acudid prestos!’

Pero estos invitados

Desdeñosos, no le oyeron:

Al campo o a su negocio

Todos ellos se volvieron.

Algunos cuantos, incluso,

Al siervo muerte le dieron.

El Rey, encolerizado,

Mandó todos sus ejércitos,

Mató a los asesinos

Y a la ciudad pegó fuego.

Tras esto se dirigió

Y les pidió a los siervos:

‘Id por estos mis caminos,

A cuantos veáis, traedlos’.

La sala se abarrotó

De malos como de buenos.

Cuando el Rey se plantó

En las mesas para verlos,

Identificó a un hombre

Sin traje de bodas puesto:

‘¿Amigo, cómo entraste?’

El otro no hizo un gesto;

Gritó él a los ministros:

‘¡Arrojadle al infierno,

Atado de pies y manos

Hasta el final de los tiempos!’

Pues muchos son los llamados

Y no todos entran dentro”.

 

Fariseos y herodianos

Celebraron un consejo,

Buscando una manera

De a Jesús, sorprenderlo.

Le preguntan sus discípulos:

“Tú eres sincero, Maestro,

Y ante nadie te inclinas,

¿Nos aclararías esto?

¿Es lícito o no lo es

Pagar al César impuestos?”

Jesús, que los conocía,

Y los sabía arteros,

Dijo: “¿Por qué me tentáis,

Hipócritas? El anverso

De un denario les mostró:

¿De quién es este careto?”

“Del César. Pues dad al César

Lo del César, fariseos,

Y dad a Dios lo de Dios”.

Después de escuchar esto

Quedaron maravillados,

Y dejándolo, se fueron.

 

También quisieron ponerle

A prueba los saduceos

(Que la resurrección niegan),

Preguntándole: “Maestro,

Si la mujer se ha casado

Con siete, con el objeto

De que tengan descendencia,

¿De quién lo es en el cielo?”

Jesús les dijo: “¡Error,

Vaya empecinamiento!

Pues en la resurrección

No hay ningún casamiento,

Aquél que entre será

Como un ángel: sin sexo.

¿Tampoco habéis leído

De Jacob y los ancestros?

Dios es el Dios de los vivos,

No es el Dios de los muertos!”

Y todos maravillados,

Al oír, enmudecieron.

 

Acudieron al rescate

Los doctores fariseos,

Sentándose con Jesús,

Preguntándole: “Maestro,

¿Cuál es, de toda la ley,

El principal mandamiento?”

“Amarás al Señor Dios,

Padre Celestial Eterno,

Con todo tu corazón,

Tu cabeza y tu cuerpo.

El segundo en la lid

Se parece al primero:

Al prójimo amarás

Como a ti. Dos preceptos

Que son las raíces básicas

De todos los mandamientos”.

 

Contraatacó Jesús

Preguntándoles a ellos:

“¿De quién es hijo el Cristo?”

“De David”, le respondieron.

“¡David le llama Señor!

¿Cómo se explica esto?

Si David dice Señor…

¿Cómo puede ser su ancestro?”

Al no saber responder,

Sus bocas ya no abrieron.

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 21, 2011

Mt. 21

                                 Cerca de Jerusalén,                                

Del monte de los Olivos,

Envió el Señor Jesús

A un par de sus discípulos,

Con estas indicaciones:

“Llegad al pueblo vecino;

Hallaréis una borrica,

Y a su lado un pollino.

Traedlos. Si os preguntan,

Decid que los he pedido;

Entonces os dejarán.

Pues así dice lo escrito”.

Los discípulos hicieron

Como Él había dicho,

Y pusieron unos mantos

Sobre borrica y pollino.

Montado en los animales

Se pasea Jesucristo;

A ambos lados los presentes

Levantan ramos de olivo.

Van escoltando al Señor

A lo largo del camino,

Saludando y aplaudiendo

Con alborozado brío,

Con estas aclamaciones:

“¡Hijo de David! ¡Bendito

El que viene en tu nombre!

¡Aleluya, Jesucristo!

¡Santo, hosanna, hosanna!

¡Santo, hosanna, bendito!

¡Gloria en cielos y tierra!

¡Es el Hijo de Dios vivo!”

En la ciudad preguntaban:

“¿Quién provoca tantos gritos?”

“¡Es Jesús, el Nazareno,

Nuevo Rey de los Judíos!”.

 

Entrando Jesús al templo

Enseguida indignóse,

Y derribó muchas mesas

De cambistas y vendedores.

Espetó: “¡¿Qué habéis hecho

Con la casa de oraciones,

Que se asemeja más

A una cueva de ladrones?!”

A continuación Jesús

Realizó curaciones.

Viendo estas maravillas

Escribas y sacerdotes,

Y las bocas de los niños

Aplaudiendo con sus voces,

Reprendieron a Jesús:

“¡Mira qué dicen! ¿Lo oyes?”

“Sí. ¿Jamás habéis leído:

                          Los niños dirán loores                          

De alabanza y respeto,

Mucho más que sus mayores?”

Y salió hacia Betania

En donde pasó la noche.

 

Volviendo por la mañana

Sintió su tripa hambrienta,

Y a un lado del camino

Vislumbró una higuera.

Como aquel árbol frutal

Ningún fruto ofreciera,

Jesús quiso disponer

Que nada más le naciera;

Y así, inmediatamente,

La higuera quedó seca.

Los discípulos reunidos

Manifestaron sorpresa;

Entonces Jesús les dijo:

“Si una gran fe tuvierais,

Al monte daríais órdenes

Y ese monte las cumpliera.

Cuanto pedís por la fe

Vuestro Padre os lo entrega”.

 

Ancianos y sacerdotes

Ven a Jesús responder

Las preguntas en el templo;

Y van al de Nazaret

Con este interrogante:

“¿De quién viene tal poder?”

Les dice: “Una pregunta

Os quiero hacer también.

Si vosotros contestáis,

Luego yo responderé.

Cuando bautizaba Juan,

¿Lo hacía con qué poder?

¿Del cielo o de los hombres?”

No sabían responder:

“Si decimos que del cielo

Nos preguntará por qué

No creímos. Si decimos

Los hombres, hay que temer

A la vasta muchedumbre,

Pues un profeta le creen”.

Dijéronle a Jesús:

“No sabemos responder”.

Así que Él sentenció:

“Tampoco Yo lo diré”.

 

“Era un padre y dos hijos:

El mayor y el pequeño;

Al mayor mandó a la viña,

Él le respondió: ‘No quiero’;

Pero se arrepintió:

Y al final terminó yendo.

Al segundo le pidió

Lo mismo que al primero;

‘Ya voy’, contestó éste,

Pero no acudió luego.

¿Cuál hizo la voluntad

De su padre?” “El primero”.

“Pues parecido sucede

Con el Reino de los Cielos:

Publicanos, meretrices,

Van muy por delante vuestro,

Porque a Juan no le creisteis,

Pero ellos sí creyeron.

Aunque vosotros le visteis,

Ellos se arrepintieron”.

 

Siguió contando: “Un padre

Plantó una viña, con su torre,

Y un lagar. Se la arrendó

A unos pocos viñadores,

Y luego marchó viajando

A muy lejanas regiones.

En el tiempo de los frutos,

Mandó a esos señores

A sus criados, con el fin

De cobrar su parte. Golpes

Les dieron hasta matarlos,

Hasta con piedras enormes.

Envió de nuevo el padre

Más siervos a estos hombres,

Pero lo mismo hicieron.

Envió al hijo: ‘Mi nombre

No creo que lo ataquen’,

Pero le dieron estoque

Por tomar la herencia. ¿Qué

Hará con los viñadores?”

Replicaron: “Castigar

A todos los malhechores,

Y arrendará su viña

A viñadores mejores”.

“Habéis leído: ‘La piedra

Por los edificadores

Despreciada, es la piedra

Principal de todo bloque’.

El reino se quitará

A vagos y malhechores,

Y se le regalará

A los que más frutos donen.

Y sobre esta gran piedra

Se harán trizas los hombres”.

Le oían estas cosas

Fariseos, sacerdotes,

Y le quisieron prender,

Mas temían a sus hombres.

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 20, 2011

Mt. 20

                      “Es el Reino de los Cielos                       

Comparable a aquel amo

Que salió a por obreros

De su viña muy temprano.

Convino con estos hombres

El salario de un denario.

A la hora tercia fue

Y vio a otros descansando:

‘Id también hacia mi viña,

Que os pagaré a cambio’.

A las horas sexta y nona

Hizo varios más contratos;

Saliendo a la undécima

Vio a más hombres sentados;

Estos hombres le dijeron:

‘Nadie nos ha contratado’;

‘Id también hacia mi viña’.

Más tarde, hizo este encargo

A su administrador:

‘Paga a todos su salario,

Empezando por los últimos’.

A éstos les dio un denario.

Los de la primera hora

Ansiaban precio más alto,

Porque llevaban más tiempo,

Mas les dieron un denario.

 

Contrariados y extrañados

Murmuraban contra el amo:

‘¿Cómo puede dar la misma

Cantidad, por más trabajo?’

Él les respondió: ‘Amigos,

No os hago ningún agravio.

¿No prometí que os daría

Solamente un denario?

Tomad e iros. Yo quiero

Dar a éste el mismo trato.

¿No dispongo de mis bienes?

¿O es mi bien quien te hace daño?’

Los primeros, por los últimos,

Se verán adelantados.

Son pocos los escogidos

Entre los muchos llamados”.

 

Yendo a Jerusalén,

Previno a sus discípulos:

“Allí Dios será entregado,

Vejado y escarnecido.

Le condenarán a muerte,

Y morirá con suplicio.

Mas al cabo de tres días

Volverá entre los vivos”.

 

La mujer de Zebedeo

Se acercó con sus hijos,

Y con un sentido ruego,

Le pidió a Jesucristo:

“En tu reino, a tus lados

Sienta a los hijos míos”.

Mas contestóle Jesús:

“Demasiado has pedido.

¿Han de beber de mi cáliz?

¿Han de sufrir mi destino?”

Le contestaron: “Podemos”.

“Sí, sufriréis parecido;

Pero asignar los asientos,

No es cometido mío,

Sino del Padre del cielo”.

Los otros diez, al oírlo,

Se enojaron contra ellos,

Sintiéndose ofendidos.

Pero Jesús les llamó,

Les agrupó y les dijo:

“Sabéis que los poderosos

Viven de los oprimidos,

Los grandes de las naciones

Buscan hacerlos cautivos.

No sea así entre vosotros:

Por el contrario os pido

Que el más grande os sirva

Como Yo os he servido.

Pues Yo vine a servir

Y a morir por mis amigos”.

 

Al salir de Jericó

Caminando Jesucristo,

Una muchedumbre ingente

Salpicaba su camino.

A dos ciegos en un borde

Les llevaron el aviso

De que Aquél que paseaba

Era el Galileo mismo.

Comenzaron a llamarle:

“¡Tú, Señor, de David hijo!

¡Ten compasión de nosotros!”

Intentaban disuadirlos

Pero ellos redoblaron

La potencia de sus gritos:

“¡¡Jesucristo, ten piedad!!

¡¡Jesús, de David el hijo!!”

“¿Qué queréis que Yo os haga?”

“¡Los ojos nuestros, abrirlos!”.

Porque ninguno veía.

Y Jesús, compadecido,

Les tocó sobre los ojos,

Que recibieron el brillo

De la luz, luz salvadora

Que encarna Jesucristo.

Desde entonces siguieron

A Jesús por los caminos.

 

Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 17, 2011

Mt. 19

                               Se marchó de Galilea                               

Jesucristo caminante,

Y llegó hasta Judea,

Seguido por centenares,

Cruzando el río Jordán;

Allí continuó curándoles.

 

Tenían los fariseos

Propósito de tentarle;

Le dicen: “¿A tu mujer

Es lícito repudiarle?”

Repondió Él: “¡Varón y hembra

Nos ha creado el Padre!

¿Jamás lo habéis leído?:

‘Abandonando a su padre

Y a su madre, se unirá

A ella en una carne’.

Ya no serán nunca dos,

Sino una sola carne.

Que lo que Dios ha unido

El hombre no lo separe”.

Entonces le replicaron:

“¡Moisés hizo tolerable

El divorcio!” Dijo Él:

“Conocía vuestros males,

Vuestros duros corazones,

Pero no es lo deseable.

Quien sin motivo repudia

A su mujer, un mal hace”.

 

Replicaron los discípulos:

“Conviene, pues, no casarse”.

“No todos entienden esto,

Sólo quien quiso el Padre;

Hay eunucos que vinieron

Desde el vientre de su madre,

Otros hechos por los hombres,

Otros por amor del Padre.

El que pueda escuchar

Que intente escucharme”.

 

Unos niños presentaron

Para que Él los besase,

Arrancando los discípulos

A reñir y a enfadarse.

Pidió Jesús: “Permitid

A los niños acercarse

A Mí, porque para ellos

Es el Reino de mi Padre;

También para los que son

Como ellos: Imitadles”.

Tras haberles bendecido

Volvieron a sus lugares.

 

Le vino un hombre joven

Diciendo: “Maestro bueno,

¿Cómo tendré vida eterna?”

“¿Bueno? Sólo Dios es bueno.

Si deseas esa vida

Cumple con los mandamientos”.

“¿Cuáles?” “No robar, matar,

No cometer adulterio,

Amar y honrar a tus padres,

No hacer vanos juramentos…”

“Todo esto ya lo cumplo

Desde que era pequeño”.

Le contesta Jesucristo:

“Pues si quieres ser perfecto,

Ve y vende cuanto tienes,

Dáselo a los hambrientos,

Entonces te ganarás

Un tesoro en el cielo,

Y vente siempre conmigo”.

Quedó el joven descontento

Al oír estas palabras,

Pues tenía gran dinero.

Jesucristo explicó:

“¡Qué difícil es el Cielo

Para los que son tan ricos;

Veréis entrar un camello

Por el ojo de una aguja

Antes que un rico en el Reino!”.

Los discípulos entonces,

Con miedo, enmudecieron.

“¡Quién es capaz de salvarse!”

Mas Jesús habló de nuevo:

“No hay nada imposible

Para Dios, Padre Eterno”.

 

 

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