Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 20, 2011

Mt. 20

                      “Es el Reino de los Cielos                       

Comparable a aquel amo

Que salió a por obreros

De su viña muy temprano.

Convino con estos hombres

El salario de un denario.

A la hora tercia fue

Y vio a otros descansando:

‘Id también hacia mi viña,

Que os pagaré a cambio’.

A las horas sexta y nona

Hizo varios más contratos;

Saliendo a la undécima

Vio a más hombres sentados;

Estos hombres le dijeron:

‘Nadie nos ha contratado’;

‘Id también hacia mi viña’.

Más tarde, hizo este encargo

A su administrador:

‘Paga a todos su salario,

Empezando por los últimos’.

A éstos les dio un denario.

Los de la primera hora

Ansiaban precio más alto,

Porque llevaban más tiempo,

Mas les dieron un denario.

 

Contrariados y extrañados

Murmuraban contra el amo:

‘¿Cómo puede dar la misma

Cantidad, por más trabajo?’

Él les respondió: ‘Amigos,

No os hago ningún agravio.

¿No prometí que os daría

Solamente un denario?

Tomad e iros. Yo quiero

Dar a éste el mismo trato.

¿No dispongo de mis bienes?

¿O es mi bien quien te hace daño?’

Los primeros, por los últimos,

Se verán adelantados.

Son pocos los escogidos

Entre los muchos llamados”.

 

Yendo a Jerusalén,

Previno a sus discípulos:

“Allí Dios será entregado,

Vejado y escarnecido.

Le condenarán a muerte,

Y morirá con suplicio.

Mas al cabo de tres días

Volverá entre los vivos”.

 

La mujer de Zebedeo

Se acercó con sus hijos,

Y con un sentido ruego,

Le pidió a Jesucristo:

“En tu reino, a tus lados

Sienta a los hijos míos”.

Mas contestóle Jesús:

“Demasiado has pedido.

¿Han de beber de mi cáliz?

¿Han de sufrir mi destino?”

Le contestaron: “Podemos”.

“Sí, sufriréis parecido;

Pero asignar los asientos,

No es cometido mío,

Sino del Padre del cielo”.

Los otros diez, al oírlo,

Se enojaron contra ellos,

Sintiéndose ofendidos.

Pero Jesús les llamó,

Les agrupó y les dijo:

“Sabéis que los poderosos

Viven de los oprimidos,

Los grandes de las naciones

Buscan hacerlos cautivos.

No sea así entre vosotros:

Por el contrario os pido

Que el más grande os sirva

Como Yo os he servido.

Pues Yo vine a servir

Y a morir por mis amigos”.

 

Al salir de Jericó

Caminando Jesucristo,

Una muchedumbre ingente

Salpicaba su camino.

A dos ciegos en un borde

Les llevaron el aviso

De que Aquél que paseaba

Era el Galileo mismo.

Comenzaron a llamarle:

“¡Tú, Señor, de David hijo!

¡Ten compasión de nosotros!”

Intentaban disuadirlos

Pero ellos redoblaron

La potencia de sus gritos:

“¡¡Jesucristo, ten piedad!!

¡¡Jesús, de David el hijo!!”

“¿Qué queréis que Yo os haga?”

“¡Los ojos nuestros, abrirlos!”.

Porque ninguno veía.

Y Jesús, compadecido,

Les tocó sobre los ojos,

Que recibieron el brillo

De la luz, luz salvadora

Que encarna Jesucristo.

Desde entonces siguieron

A Jesús por los caminos.

 


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