Tomó Jesús la palabra,
En parábolas diciendo:
“Como banquete de bodas
Es el Reino de los Cielos:
El Rey envió a los criados,
Y todos ellos salieron
Buscando a los invitados,
Pero éstos no quisieron
Venir. De nuevo el Rey
Ordenó a otros siervos:
‘Id a por los invitados
Y les avisáis de esto:
Hay comida preparada,
Hay cebones y becerros,
Esto ya va a comenzar,
¡Acudid, acudid prestos!’
Pero estos invitados
Desdeñosos, no le oyeron:
Al campo o a su negocio
Todos ellos se volvieron.
Algunos cuantos, incluso,
Al siervo muerte le dieron.
El Rey, encolerizado,
Mandó todos sus ejércitos,
Mató a los asesinos
Y a la ciudad pegó fuego.
Tras esto se dirigió
Y les pidió a los siervos:
‘Id por estos mis caminos,
A cuantos veáis, traedlos’.
La sala se abarrotó
De malos como de buenos.
Cuando el Rey se plantó
En las mesas para verlos,
Identificó a un hombre
Sin traje de bodas puesto:
‘¿Amigo, cómo entraste?’
El otro no hizo un gesto;
Gritó él a los ministros:
‘¡Arrojadle al infierno,
Atado de pies y manos
Hasta el final de los tiempos!’
Pues muchos son los llamados
Y no todos entran dentro”.
Fariseos y herodianos
Celebraron un consejo,
Buscando una manera
De a Jesús, sorprenderlo.
Le preguntan sus discípulos:
“Tú eres sincero, Maestro,
Y ante nadie te inclinas,
¿Nos aclararías esto?
¿Es lícito o no lo es
Pagar al César impuestos?”
Jesús, que los conocía,
Y los sabía arteros,
Dijo: “¿Por qué me tentáis,
Hipócritas? El anverso
De un denario les mostró:
¿De quién es este careto?”
“Del César. Pues dad al César
Lo del César, fariseos,
Y dad a Dios lo de Dios”.
Después de escuchar esto
Quedaron maravillados,
Y dejándolo, se fueron.
También quisieron ponerle
A prueba los saduceos
(Que la resurrección niegan),
Preguntándole: “Maestro,
Si la mujer se ha casado
Con siete, con el objeto
De que tengan descendencia,
¿De quién lo es en el cielo?”
Jesús les dijo: “¡Error,
Vaya empecinamiento!
Pues en la resurrección
No hay ningún casamiento,
Aquél que entre será
Como un ángel: sin sexo.
¿Tampoco habéis leído
De Jacob y los ancestros?
Dios es el Dios de los vivos,
No es el Dios de los muertos!”
Y todos maravillados,
Al oír, enmudecieron.
Acudieron al rescate
Los doctores fariseos,
Sentándose con Jesús,
Preguntándole: “Maestro,
¿Cuál es, de toda la ley,
El principal mandamiento?”
“Amarás al Señor Dios,
Padre Celestial Eterno,
Con todo tu corazón,
Tu cabeza y tu cuerpo.
El segundo en la lid
Se parece al primero:
Al prójimo amarás
Como a ti. Dos preceptos
Que son las raíces básicas
De todos los mandamientos”.
Contraatacó Jesús
Preguntándoles a ellos:
“¿De quién es hijo el Cristo?”
“De David”, le respondieron.
“¡David le llama Señor!
¿Cómo se explica esto?
Si David dice Señor…
¿Cómo puede ser su ancestro?”
Al no saber responder,
Sus bocas ya no abrieron.
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