Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 27, 2011

LA PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO: Mt. 26 + Jn. 13, 1-20

Les dijo a sus discípulos

Cuando hubo terminado:

“En dos días es la Pascua

Y Yo seré entregado”.

Se reunieron por entonces

Los sacerdotes y ancianos

En la sede de Caifás,

Entre ellos conspirando

Para prender a Jesús

Con objeto de matarlo.

Mas no durante la Pascua,

Con el pueblo alborotado.

 

Pasó Jesús por Betania,

Al leproso visitando;

Trayendo una mujer

Un frasco de alabastro,

Lo vertió en su cabeza

Estando Él recostado.

Al derramar el ungüento

Los suyos se enojaron,

Y protestaron diciendo:

“¿Por qué lo ha malgastado?

¡El precio de la colonia

Podría haber donado!”

Jesús les recriminó:

“¿Por qué la molestáis tanto?

Una obra buena ha hecho

Que ha sido de mi agrado.

Pobres siempre los tendréis,

No a Mí a vuestro lado.

Con todo el Evangelio

Se narrará este acto”.

Cuenta Juan Evangelista

Que cenaba con Él Lázaro,

Al que el Señor Jesús

Había resucitado.

Marta era quien servía

Y María la del frasco,

Siendo Judas Iscariote

Quien reclamó los denarios.

 

Y fue Judas Iscariote

Quien fue para traicionarlo,

Diciendo: “Si Lo entrego

¿Cuánto me daréis a cambio?”

Treinta monedas de plata

Fue el precio estipulado

Con los sumos sacerdotes

En pago por entregarlo.

 

Le preguntan los discípulos

En el día de los Ácimos:

“¿La comida de la Pascua,

En dónde la preparamos?”

Jesucristo les ordena:

“Id a casa de Fulano,

Y dejadle este mensaje:

Mi fin está ya cercano”.

Por la tarde, a la mesa,

Todos juntos se sentaron;

Mientras comían, les dijo:

“Uno me ha entregado”.

Cada uno inquiría:

“¿Seré yo, Señor, acaso?”

Y Jesús les respondió,

“El que coma de mi plato,

Ése me va a entregar

Según han profetizado.

El Hijo de Dios se va,

¡Mas ay de quien lo ha entregado!

¡Mejor no hubiera nacido!”

Le dice Judas: “¿Acaso

Seré yo, Rabí, quien dices?”

“Tú lo has dicho, desdichado”.

 

                                                          En la fiesta de la Pascua                                                         

Se sentaron a comer,

Y habiéndoles amado

Entregó toda su fe,

Pues provenía del Padre

Y a Él debía volver.

En el corazón de Judas

Ya moraba Lucifer.

Se levantó de la mesa,

Y sin explicar por qué,

Se ciñó una toalla

Para lavarles los pies.

Le protesta Simón Pedro:

“¿Lavar, Tú a mí, los pies?”

Le contesta Jesucristo:

“Lo comprenderás después”.

Le replica Simón Pedro:

“Jamás lo consentiré”.

“Si Yo no te los lavare

Conmigo no has de ver”.

Simón Pedro retrocede:

“Señor, no sólo los pies:

La cabeza, y las manos,

Todo el cuerpo lavame”.

“El que ya se ha bañado

No ha este menester,

Porque está todo limpio;

Mas de vosotros, Yo sé

De uno que no es limpio”

(Ellos no sabían quién).

Cuando terminó con todos

Volvió sobre el mantel

Y se dirigió a ellos:

“Este gesto, ¿lo entendéis?

Me decís vuestro Maestro

Y Señor, y decís bien,

Pues lo soy; si Yo os lavo

Vosotros debéis también

Lavaros unos a otros.

Os afirmo que no es

Siervo mayor que señor.

Si estas cosas entendéis,

Dichosos seréis vosotros

Si por obra las ponéis.

Con aquellos escogidos

La Escritura cumpliré;

Os anuncio desde ahora

Lo que luego podréis ver.

Yo soy enviado del Padre,

Yo os envío también:

Si recibís a uno mío,

Recibís también a Él”.

 

Tomando Jesús el pan

Lo cogió entre sus manos,

Lo bendijo, lo partió

Y lo pasó anunciando:

“Comed todos de Mi Cuerpo

Por vosotros entregado”.

Tomó después el cáliz,

Lo levantó en lo alto,

Dando gracias a Dios Padre,

Y lo mostró proclamando:

“Bebed todos de Mi Sangre

Que por vosotros derramo,

Nueva alianza eterna

Del perdón de los pecados.

Os emplazo al banquete

De comunión de los santos”.

 

Terminada la velada

Se marcharon caminando,

Y les anunció Jesús:

“Hoy por mí tendréis escándalo;

Cuando hieran al pastor

Dispersarán al rebaño;

Mas iré a Galilea

Después de resucitado”.

Tomó Pedro la palabra,

Con ademán indignado:

“Aunque todos lo tuvieren,

Yo ni podría pensarlo”.

Jesús le mira con pena:

“Antes que cante el gallo

Me negarás por tres veces”.

“Antes muero a tu lado”.

 

Jesucristo les condujo

Al Huerto de los Olivos,

Tras el torrente Cedrón,

Judas sabía el sitio.

Allí, en Getsemaní,

Rodeado de discípulos

El Señor Jesús tomó

A tres de sus favoritos

(Pedro y los Zebedeos)

Y angustiado les dijo:

“Siento tristeza mortal.

Quedaos. Velad conmigo”.

Postrado sobre su rostro

Oró así: “Padre mío,

Si es posible, apártame

Este cáliz, mi destino.

Mas sea como Tú quieras

Y no como Yo te pido”.

Volvió donde los apóstoles

Y los encontró dormidos.

“¿De modo que no habéis

Ni una hora resistido?”

Y de nuevo les pidió:

“Orad y velad conmigo;

No caigáis en tentación,

Pues es pronto el espíritu,

Pero la carne es débil”.

Volviendo sobre su sitio

Siguió con su oración,

Triste, solo, abatido:

“Padre Mío, tengo miedo,

Mas cúmplanse tus designios”.

De regreso, otra vez,

Se los encontró dormidos;

Rezó por tercera vez,

Y cuando acabó les dijo:

“Dormid ya, y descansad:

Que la hora se ha cumplido”.

 

Mientras esto les decía

Llega Judas, su discípulo,

Con una armada turba

De romanos y judíos.

Judas le besa la boca

Para marcar al vendido;

Jesucristo le pregunta:

“¿A qué vienes tú, amigo?

¿Besando has de entregar

Al Hijo de Dïos Vivo?”

Unos cuantos le rodean

Y Jesús queda prendido.

Un apóstol reacciona,

Iracundo, con el filo

De su espada, y al siervo

Malco hiere en el oído.

Mas Jesús le reconviene:

“Guarda el arma, pues te digo

Que quien a espada mata,

A espada será vencido.

¿No podría reclamar

De mi Padre el poderío?

Mas conviene que se cumpla

Como estaba escrito”.

Se dirige hacia la turba:

“¿A ladrón habéis salido,

Pudiendo haberlo hecho

En el templo do predico?”

Mas parándose a pensar

Se repite, a Sí Mismo,

Que conviene que se cumpla

Como estaba escrito.

Los discípulos corrieron

Y abandonaron a Cristo.

 

Llegan adonde Caifás

Con Jesucristo prendido;

Los escribas, los ancianos,

Allí estaban reunidos.

Simón Pedro puso pie

En el atrio pontificio

Y, entrando, se sentó

Con los criados en el sitio.

Los del Sanedrín llamaron

A muchos falsos testigos,

Con el fin de condenarlo

A muerte, tras leve juicio.

Dos de estos testimonios

Dijeron: “Éste ha dicho:

‘Tirad el templo de Dios

Que Yo lo reedifico

En tres días’”. El pontífice,

Levantándose, Le dijo:

“¿Qué contestas? ¿Qué respondes

A lo que éstos han dicho?”

Jesús guardaba silencio,

Y el pontífice Le dijo:

“Te pido, por Dios Eterno,

Habla: ¿Eres Tú Su Hijo?”

Jesucristo le contesta:

“Eres tú quien lo ha dicho.

Y desde este momento

Con certeza os afirmo:

Veréis al Hijo del Hombre

A la diestra del Divino,

Sobre las nubes del cielo,

Por los siglos de los siglos”.

Rasgando sus vestiduras

El pontífice da un grito:

“¡Blasfemia! ¡No hace falta

Convocar a más testigos!

¡Cuantos estáis por aquí

Bien claro habéis oído!”

Los presentes respondieron:

“La muerte es su castigo”.

Empezaron a pegarle

En la cara y a escupirlo,

A la vez que se burlaban:

“Profetízanos Tú, Cristo,

Ya que Tú lo sabes todo,

¿Quién es quien te ha herido?”

 

Mientras tanto, Simón Pedro,

Esperaba en el atrio,

Y se le vino una sierva:

“Tú eres de Sus cercanos”.

Él negó ante la gente:

“No sé de qué estás hablando”.

Otra sierva le increpa:

“¡Es amigo del juzgado!”

Pedro lo niega de nuevo

Con un juramento vano:

“Yo no conozco al hombre

Del que me estáis hablando”.

Le rodeó el gentío,

A voces le asaltaron:

“¡Tú eres uno de ellos,

No puedes ni ocultarlo!”.

Él se puso muy nervioso,

Maldiciendo y jurando:

“¡No conozco, no conozco!”

Y entonces cantó un gallo.

El apóstol recordó

A Jesús vaticinando

Sobre sus tres negaciones

Con juramentos en falso.

Escapóse del lugar

A expulsar llanto amargo.

 


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