Posteado por: zabulonlopedepega | marzo 28, 2011

LA PASIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO: Mt. 27

Al despuntar la mañana,

Los sacerdotes y ancianos

Se reunieron en consejo

Y resolvieron matarlo.

Lo llevaron a presencia

Del gobernador Pilato.

 

Mientras tanto, Iscariote,

Que le había traicionado,

Se sintió de pronto mal

Al saberlo condenado,

Y las monedas de plata

Quiso dar a los ancianos.

Se presentó ante ellos

Contrito, con ojos bajos:

“Al dar sangre inocente

Gravemente he pecado”.

Quedaron indiferentes:

“¿Y qué nos estás contando?

Tú verás”. Entonces Judas,

Consternado y aterrado,

Tira las treinta monedas

Por el suelo marmolado.

Perseguido por demonios

Llega a un monte alejado,

Ata soga a una rama

Y perece, ahorcado.

 

Algunos del Sanedrín

Las monedas retomaron,

Pero eran muy conscientes

Del precio de sangre dado;

Así que con gran escrúpulo,

Después de deliberarlo,

El Campo del Alfarero

Con el dinero compraron,

Siendo Campo de la Sangre

Como lo rebautizaron,

Cumpliéndose lo escrito

Sobre el precio tasado.

 

Ante el procurador

Llega Jesús maniatado:

“¿Eres rey de los judíos?”

“Tú lo dices”. Sin embargo,

Jesús nada respondía

A sacerdotes y ancianos.

“¿No escuchas lo que dicen?”

Pregunta Poncio Pilato.

Pero Jesús, silencioso,

Permanece cabizbajo;

Este potente silencio

Les dejó maravillados.

Era costumbre, por fiesta,

A un preso liberarlo,

El que pidiera el pueblo

Por clamor mayoritario.

Era el ladrón Barrabás

Uno de los condenados;

A los dos pusieron juntos:

Al Mesías y al villano,

A elección del respetable,

Y les preguntó Pilatos:

“¿A quién preferís que suelte,

A quién libero de entrambos?”      

“¡Barrabás, a Barrabás!”

Todos juntos contestaron.

“Con el supuesto Mesías,

De nombre Jesús, ¿qué hago?

Con voz fuerte le pidieron:

“¡A Ése, crucificarlo!”

“¿Pues ha hecho algún mal?”

Les inquirió el romano.

Las voces se avivaban:

“¡A Ése, crucificarlo!”

Ante la fuerza del grupo

Se rindió Poncio Pilato;

Frente a la muchedumbre

Con agua lavó sus manos;

“Es vuestro. Yo esta sangre

Inocente no derramo”.

Todo el pueblo gritó:

“¡Su sangre la reclamamos!”

A Barrabás le soltó,

Y Jesús fue azotado,

Después se lo entregó

Para ser crucificado.

 

Jesús llega al pretorio,

Por soldados conducido,

Y la cohorte empieza

A quitarle los vestidos.

Lo visten con manto púrpura,

Y corona de espinos;

Le hacen burla, diciéndole:

“¡Salve, Rey de los judíos!”

Le hieren con una caña,

Es vejado y escupido,

Lo llevan hacia la cruz

Tras haberlo revestido.

 

Es Simón el de Cirene

Por las fuerzas requerido

Para llevar en sus hombros

La gran cruz de Jesucristo.

Cuando coronan el Gólgota

Le dan un trago de vino,

Pero Jesús, al probarlo,

El regalo no lo quiso.

Así lo crucificaron,

Repartiendo sus vestidos;

Encima de su cabeza

Sentenciaron por escrito

(En griego, latín y hebreo):

“Jesús, Rey de los Judíos”.

Dijeron los sacerdotes:

“Lo de Rey, Él lo ha dicho”.

Pero rechazó Pilatos:

“Lo escrito, está escrito”.

 

Crucificaron con Él

A dos innobles bandidos;

Y era, por los que pasaban,

Injuriado y escupido:

“¿No te bajas de la cruz

Si eres de Dios el Hijo?

Tú, que destruías el templo,

¡Pues sálvate a Ti Mismo!”

Los sacerdotes reían

Por idénticos motivos:

“¡Para qué salvar a otros

Si no puede a Sí Mismo!

Si lo descendiera Dios…

Entonces creeríamos”.

Y los bandidos igual.

Así vivió Jesucristo:

Hasta el último momento

Ultrajado, zaherido.

 

En la tierra las tinieblas

Ya se habían extendido,

Cuando Jesús exclamó

Fuerte: “Dios mío, Dios mío,

¿Por qué me has abandonado?”

“Es señal de su delirio”,

Se comentaban algunos

Que le habían oído.

Con una caña le dieron

Vinagre de un botijo,

Y Jesucristo murió

Bramando un fuerte grito.

 

Toda la tierra tembló

Y se abrió un abismo;

Muchos santos, de sus tumbas,

Escaparon redivivos,

Apareciéndose luego

A otros tantos testigos.

El centurión y custodios,

Viendo lo acaecido

Se decían, temerosos:

“Éste de Dios era Hijo”.

Lejos, había mujeres

Que le habían seguido.

 

Se acercó a Jesús

Un soldado de Pilatos,

Y con una larga lanza

Atravesó su costado.

Su cara quedó bañada:

Sangre y agua brotaron.

El que lo vio lo afirma,

Y no lo afirma en falso.

Lo decía la Escritura:

“Ni un hueso Le quebraron”.

Y está también escrito:

“Mirarán al traspasado”.

 

José de Arimatea

Se presentó ante Pilato

Para pedirle Su cuerpo;

Éste mandó entregarlo.

Con cuidado lo envuelve,

En su sepulcro dejándolo,

Y corre una gran piedra

Para dejarlo sellado.

 

Príncipes y fariseos

Recordaron a Pilato:

“Este impostor hablaba

De verse resucitado.

Manda guardar el sepulcro

Por si intentan robarlo,

Eso sería lo peor…”

“Me parece bien, guardadlo”.


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